Gerardo Castellanos
Oaxaca de Juárez, 9 de marzo.Nos emocionan los recuerdos de la adolescencia que, cómo estudiantes universitarios vivimos los llopez, sic, de Comercio en el Edificio Central de la Universidad “Benito Juárez” de Oaxaca –esquina de Av. Innependencia y Alcalá– en la inolvidable Escuela de Comercio. Excelente escuela, tanto por la calidad de sus maestros, como la de sus alumnos y personal administrativo.
Escuela mixta de nivel medio superior en la que no había discriminación, ni élite de ningún tipo, todos éramos iguales y, por supuestos se distinguía el más estudioso, la más bella, el deportista, los traviesos, políticos, bromistas, los que enamoraban a cuanta compañera se les paraba enfrente y las parejas de enamorados.
Los maestros, además de su sabiduría, por la elegancia o humildad de su vestido. A un maestro, su chofer con guantes blancos, subía y le pasaba los cigarros en una charolita de plata; otro cambiaba de traje diario: guantes, corbata, cinturón, pañuelo, zapatos y calcetines del mismo color, cuando hacía frio era el único, que recuerde, que llevaba abrigo sobrepuesto y cuando pasaba dejaba una estela de perfume de olor exquisito, extrañamente él no usaba sombrero.
Otro, traía el mismo traje, la misma corbata y el mismo sombrero todo el año y por las manchas oscuras el los bolsillos y en la corbata te dabas cuenta que eran de varios años, pero no perdían, jamás, la compostura, siempre muy propios y se hacían respetar sobre todo por sus conocimientos.
El mismo edificio con Salón de Exámenes Profesionales, Paraninfo, alberca, patio con cancha de basquetbol, sala de proyecciones, biblioteca, observatorio astronómico y gimnacio albergaba a la Escuela de Comercio y a la de Derecho y era el lugar de reuniones sociales, deportivas y de conquista, de todos los estudiantes de la Universidad, antes de ser autónoma: Comercio, Derecho, Medicina, Enfermería, Ciencias Químicas, Arquitectura, Preparatoria y Bellas Artes.
Los llopez venían del interior del estado, hijos de finqueros cafetaleros y de hacendados, es decir, hijos de padres con posibilidades económicas como para enviar a sus hijos a estudiar a Oaxaca; llegaban a vivir con familiares o como pupilos en casas de asistencia cercanas al edificio central. Se inscribían en Leyes, Medicina y algunos, los más inteligentes, estudiosos y responsables, en Comercio y por esta razón, en venganza, nos llamaban a todos, los llopez de Comercio.
Conocías a todos y todos te conocían; desde los de nuevo ingreso hasta los que estaban egresando; eran los años 60´s., la época del Rock.
El plan de estudios era anual; los exámenes eran individuales, orales y prácticos; especialmente, versaban sobre todo lo que se había visto en el año –bien visto–, es decir: todo el libro de texto. Todo, contenido en un índice al que llamábamos temario.
Exponías ante un jurado –compuesto por un presidente, un secretario y un sinodal–; tres temas sacados al azar de una copa de madera que contenía bombochas, también de madera, numeradas cada una con un tema; te llamaban al examen sonando una campanita metálica, mencionaban tu nombre, te persignabas en la puerta y entrabas.
Eran en el mes de noviembre pasando los Días de Muertos y te daban vacaciones un mes antes para preparar exámenes; en el día buscabas lugares tranquilos y sin ruido para interrumpir a los que estaban estudiando y en las noches lugares públicos bien iluminados para hacer diabluras; a este periodo lo llamábamos “las preparadas”.
Ya en exámenes, si había dos grupos, como era el caso de Álgebra, el maestro del “A” reprobaba, generalmente, a todos los alumnos del “B” y en reciprocidad este reprobaba a todos los del “A”; así es que para pasar había dos posibilidades: o eras un estudiante brillante o de plano tenías mucha suerte para sacar los únicos temas que habías estudiado.
Los alumnos en un principio asistían a clase con traje o saco de dril y corbata, después sin saco pero con corbata y finalmente ni saco ni corbata.
Los actos que se celebraban en El Paraninfo, en la Sala de Proyecciones, en el patio central y en el Gimnasio, eran parte de la vida estudiantil y participaban todos los alumnos de la Universidad.
En El Paraninfo había concursos de oratoria, declamación y sesiones literario musicales; en el Teatro Alcalá los Juegos Florales; desfile el 16 de septiembre, baile blanco y negro y baile del uniforme; los Viernes del Llano; la rockola, la rebanada de pastel y la coquita en el Bum Bum; las paletas de La Perlita; las tortas de Doña Papaya, las tortillas con aciento, los piedrazos; el futbolito, las corridas, la alberca, los torneos deportivos; los pleitos; el cine; los macoloches, los perros; el rey feo, la reyna estudiantil, la FEO., el Frente Estudiantil Benito Juárez, Los Beethovens, El Grupho, Baroja, Don Robus y el Gato.
En algún rincón de la memoria guardamos recuerdos de momentos vividos en el Edificio Central y revivirlos es para reírse con ganas; guarda fantasmas que por asociación salen a la luz nuevamente para sacudir el polvo del olvido y rejuvenecerse. Por supuesto que crecimos y maduramos y los recuerdos son eso: recuerdos.
Al maestro de Matemáticas II le decíamos demostradito porque al terminar de hacer la demostración de un teorema anotaba de manera abreviada “con lo cual quedó demostrado” ccqd; Ingeniero Civil; autodidacto; había trabajado en minas ricas en oro, plata y otros metales, según contaba; había aprendido alemán él solo; siempre de traje azul claro, con sombrero marrón de ala angosta; de unos 70 años de edad; era un excelente maestro y un ser humano extraordinario; Dn. Eugenio Sotomayor se quedó con nosotros para siempre.
Amigos y compañeros sacuden a personajes dormidos para que despierten.
*Miembro del Seminario de Cultura Mexicana
Desde Santa María Oaxaca
castilan1o@yahoo.com


