Oaxaca de Juárez,25 de abril. Los requerimientos de mantenimiento de un vehículo funcionan como un círculo vicioso. Cuanto menos lo mantenemos o menos frecuente es la forma en que lo hacemos, mayor mantenimiento va a necesitar.
Por dar un ejemplo, si sus bujías, batería o neumáticos se encuentran en mal estado o deteriorados, por falta de mantenimiento, y lo seguimos conduciendo, se dañarán otras piezas y requerirá más mantenimiento.
Sin embargo, es innegable que existen algunos factores que aumentan la necesidad de realizarse intervenciones. Los vehículos más viejos cuentan con componentes mecánicos también viejos que, justamente por su longevidad, presentan un importante desgaste y necesitan un mantenimiento casi permanente, reparaciones más frecuentes de las habituales o deseables y el reemplazo de repuestos que, muchas veces, ya no se encuentran disponibles en el mercado.
Por otro lado, si habitualmente conducimos durante muchos kilómetros y/o de manera imprudente, intensa y agresiva, acelerando y frenando bruscamente, ignorando pozos, badenes y reductores de velocidad, posiblemente le ocasionamos un desgaste sostenido que demandará un mantenimiento igual de frecuente.
Además, la falta de mantenimiento pone en riesgo nuestra seguridad y trae consigo un mayor consumo de combustible y éste, más contaminación.
Entonces, no sólo afecta la vida útil del vehículo, acelera su deterioro y demanda más reparaciones, sino que, además, pone en peligro nuestra vida, reviste un costo económico extra y atenta más de normal contra el medio ambiente.
Rendimiento y sustentabilidad: un vínculo inseparable
Como anticipamos, como resultado de la falta de mantenimiento algunas piezas, componentes y sistemas de nuestro vehículo pueden funcionar mal y esa irregularidad funcional genera que el motor requiera más combustible para accionar y emita una mayor proporción de gases contaminantes o de efecto invernadero.
Del mismo modo, si circulamos con neumáticos con menor o mayor presión de la indicada o de dimensiones diferentes a las recomendadas, como 215 55r17 en lugar de 255 55D17, también generamos un funcionamiento vehicular fuera de lo normal. Allí radica la importancia de los controles periódicos y de respetar los plazos que indican los comprobantes de los servicios o revisiones técnicas a las que lo sometemos.
En ellos figura en qué fecha le cambiamos los filtros y el aceite y cuando le cambiamos la batería, por ejemplo, y en qué momento debemos volver a hacerlo para evitar inconvenientes.
El estado de los componentes es proporcional al rendimiento
Los filtros de aire sucios o colmados
Los filtros de aire del automotor cumplen una función fundamental para su correcto funcionamiento. Son una pieza clave dado que retienen todas las partículas impuras que circulan en el aire, como gases, polvo e insectos, y evitan que lleguen hasta el motor y afecten su normal actividad.
Si no los limpiamos o cambiamos cuando están sucios, llegan a su límite de capacidad de filtración, dejan de cumplir su rol y exponen al motor a daños, demandándole un mayor esfuerzo del habitual. Según los expertos, circular con los filtros sucios genera un consumo de carburante 10% mayor.
Las bujías en mal estado
Las bujías son tan importantes como los filtros de aire. Son las responsables de provocar la chispa necesaria para que se produzca la combustión y el vehículo pueda andar.
Si se encuentran gastadas o en mal estado ya no funcionan correctamente y, en consecuencia, tampoco el automóvil. Además, también genera un incremento en la emisión de gases.
El sistema de inyección fallado
Relacionado con el ítem anterior, el sistema de inyección es el garante de enviar el combustible desde el tanque hacia los cilindros, mangueras, inyectores, bujías y cables que intervienen en el proceso de combustión y logran activar el motor y movilizar el coche.
Un daño en cualquiera de esas piezas puede provocar una falla en el sistema de inyección y ésta, un mayor consumo de combustible.
El aceite sucio
El manual de nuestro coche indica qué aceite colocarle y cada cuanto tiempo cambiarlo. Circular con un aceite inadecuado o sucio no solo genera un mayor consumo de combustible si no que puede perjudicar el motor.
Desde hace muchos años, los aceites contienen sustancias adicionales que ayudan a mantenerlo limpio y a que funcione de manera óptima.
La batería agotada
Si la batería, la pieza que le envía la energía a las bujías para que generen la chispa, se encuentra agotada, no podrá ser capaz de mandar la cantidad suficiente de energía y el consumo de combustible aumentará significativamente.
La presión insuficiente de los neumáticos
Cuanto más presión o aire tengan los neumáticos, menor será la zona de contacto entre éstos y la superficie de rodamiento. Y, por el contrario, si se encuentran desinflados esta zona aumenta, le demanda más esfuerzo al vehículo y más consumo de combustible. Se calcula que el porcentaje de incremento ronda el 5%.
Por otro lado, la presión correcta garantiza la seguridad al conducir. Podemos verificar cuál es la indicada en el manual de nuestro coche o en una etiqueta pegada en la puerta del conductor.
Los hábitos del conductor
Conducción imprudente o incorrecta
La manera en que conducimos es crucial para garantizar un buen rendimiento y ahorrar en mantenimiento. Acelerar al momento del arranque, no iniciar la conducción en primera marcha, aumentar las revoluciones del motor al cambiar de marcha, cambiar permanentemente de velocidad y frenar innecesariamente son malos hábitos que representan un gran desgaste, un mayor consumo de combustible y más emisiones.
Se estima que este tipo de procedimientos incrementa la emisión de gases un 15% y demanda entre un 20% y un 50% más de combustible. Porcentaje que puede subir hasta un 15% más si hacemos un uso desmedido del aire acondicionado.
Transitar por terrenos con altura
Los vehículos convencionales funcionan gracias al proceso de combustión, éste necesita de oxígeno para lograrse y a mayor altura la cantidad de oxígeno en el aire disminuye.
Por lo tanto, cuando circulamos por superficies o terrenos en altura el motor no tiene la misma potencia y necesita de más combustible para poder funcionar. Los expertos señalan que cada 100 metros de altura sobre el nivel del mar, un vehículo puede demandar un 1% más de combustible.
El mantenimiento de los vehículos híbridos
Desde hace unos años, el parque automotor cuenta con vehículos híbridos que cuentan con dos motores: uno eléctrico y uno convencional, a combustión.
En estos casos, no sólo deberemos realizar el mantenimiento estándar de aceite, filtros, frenos, dirección, mangueras, bujías, suspensión y neumáticos. Además, tendremos que atender las particularidades de este tipo de coches.
Nos referimos a controlar el funcionamiento de la batería híbrida y de su puerto de carga, el filtro de aire híbrido, el frenado regenerativo y el refrigerante del inversor. Dado que son vehículos bastante nuevos en el mercado, idealmente debemos llevarlos a un service especializado para que revise y, eventualmente, repare todas estas piezas. Estas plantas cuentan con escáneres de diagnóstico y monitoreo que facilita la tarea, con excelentes resultados.
Se recomienda que el mantenimiento de un coche híbrido se realice con la misma frecuencia que para uno motorizado por combustible, entre las 3 mil y 5 mil millas transitadas.
Sin embargo, siempre es aconsejable consultar con el manual del coche o con los expertos del service oficial para mantener el vehículo en perfecto estado y evitar inconvenientes.

