Oaxaca de Juárez, 7 de julio. El colapso en la economía venezolana ha disparado el crimen en la capital,Caracas, ciudad que vive una ola de crimen al alza. Solamente el año pasado hubo 18.000 asesinatos en todo el país, la mayoría de ellos en esta metrópoli.
La crisis también está muy presente en el sistema judicial: los funcionarios solo trabajan dos días por semana, como parte de las medidas de ahorro energético impuestas por el Gobierno, por lo que los procesos son muy lentos, provocando que las celdas de las comisarías estén aglomeradas.
Simplemente en el distrito de Chacao, lugar céntrico y no tan conflictivo, la prisión con espacio para 36 personas, tiene recluidas a nada más que 150, según el corresponsal de Time. Los calabozos tienen como función albergar a los detenidos un máximo de tres días, a pesar de ello, en la dicha comisaría hay presos que llevan meses e incluso años.
Las prisiones del país se encuentran repletas, con una población de 52 mil reclusos en cárceles con una capacidad para menos de la mitad y esto se replica en los calabozos: con 20 mil presos en dependencias, que sólo pueden albergar a 5 mil por cortos periodos.
Con esta situación es más que lógica la existencia de numerosos motines y asesinatos, el propio calabozo de Chacao recientemente fue escenario de uno al llegar a un 300% de hacinamiento.
El calor de la ciudad supera los 30 grados en todo el año, afecta terriblemente a los reclusos que no tienen espacio ni para sentarse, por lo que pasan el día de pie, sin camiseta, empapados de sudor y con olores insoportables.
El propio reportero de Time asegura que para acercarse a la reja y hablar con los presos, estos se abren paso entre cuerpos bañados de sudor, explican que duermen en hamacas improvisadas con sábanas colgadas entre los barrotes y el techo, por turnos, que no caben.
Muchos reclusos están enfermos o lo hacen durante su tiempo tras las rejas, por lo que son los primeros afectados por la escasez de medicamentos, de luz y de agua. Tienen acceso a agua corriente sólo una hora al día, orinan y defecan en la misma celda, en bolsas y botellas de plástico que recogen los funcionarios. Y no, no tienen papel higiénico ni otros productos básicos.
Organizaciones de derechos humanos como Window to Liberty denuncian que, aunque son criminales, son personas en situación de riesgo por la evidente violación de sus derechos humanos.
Con información de La Silla Rota

