XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO 
HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS,
ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA
Oaxaca de Juárez, 16 de noviembre. Después de la escucha de la Palabra de Dios, siempre es muy importante que la sintamos para nosotros, en lo personal. Es muy fácil querer aplicar la Palabra de Dios a otras personas y, por eso, a veces decimos o pensamos, cómo me gustaría que tal persona haya estado aquí, para que escuchara. Los padres de familia piensan en sus hijos, ¿por qué no vinieron mis hijos a la misa, para que escucharan? Olvídese de eso. La escucha de la Palabra de Dios es para usted y, después, usted lleve ese mensaje a otras personas.
Usted tiene que ser la voz de Dios, que va a ir a los otros lugares, su familia, su trabajo, su vivencia, pero aquí piense sólo en usted, mensaje divino para usted.
Estamos terminando el Año Litúrgico, el próximo domingo será la Fiesta de Jesucristo, Rey del Universo, y ahí culmina el año litúrgico.
Durante todo este tiempo, quisiera que nos preguntáramos si hemos crecido en el amor a Dios, en el amor a nuestro prójimo, si hemos crecido en santidad, en santidad. ¿Se siente usted, ante Dios, un poco mejor? ¿aprovechó todo este proceso de Año Litúrgico para encontrarse con Dios, para llenarse de Él, para crecer en santidad?, porque este año ya terminó, ya, nos falta esta semana nada más para terminar el Año Litúrgico y es que cada día tenemos que ser más santos, no nos olvidemos de ello, porque cada año estamos más cerca del encuentro definitivo con Dios, donde tenemos que llegar a entregarle cuentas, qué hicimos en la vida, cómo vivimos nuestra fe, cómo la proyectamos en medio de este pueblo, qué clase de testimonio dimos.
Tenemos que responderle a Dios y será un encuentro personal, personal, nadie va a hablar por nosotros, nadie. Lo que va a hablar son nuestras obras, nuestras acciones, nuestro comportamiento.
Prepárese para ese encuentro y le digo, cada día estamos más cerquita de ese encuentro, porque conforme vamos aumentando en años, vamos disminuyendo nuestra vida temporal y estamos más cerca de iniciar nuestra vida eterna. Prepárese para ello, para tener una vida eterna con Dios.
Seamos capaces de descubrir, en el peregrinar por este mundo, el rostro de Dios, el rostro de Dios, la imagen de Nuestro Señor y, en especial, descubrámosla en los pobres, en los pobres y no me refiero sólo a los necesitados, a los que están con carencia de bienes materiales, me refiero a toda persona, a toda persona.
También en quienes tienen abundancia de bienes tenemos que mirar el rostro de Dios, el rostro de Nuestro Señor y tenemos algo que decirles y tenemos algo que hacer con ellos. Con los necesitados tendremos qué pensar cómo ser esa mano providente de Dios que llega a ellos. Dios nos bendice y Él quiere bendecir a otros a través de nuestras manos. Sea generoso, sea generoso. Tenga la capacidad de desprenderse, no va a quedar pobre, Dios lo va a bendecir. Que lo que usted pueda llevar a los demás, salga desde su corazón y sienta que usted está haciendo algo que agrada a los ojos de Dios. No se olvide, “si un vaso de agua das en mi nombre, no quedará sin recompensa”. A veces decimos: “no, para qué ayudo, ni las gracias dan”. No quedará sin recompensa y que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha. Sé una bendición, sé una bendición para tu hermano y tú te vas a encontrar con personas que tienen abundancia de bienes, que no necesitan de tu pobreza, pero sí necesitan que tú le hables al corazón y muevas esos sentimientos, toques ese corazón, para que ese hombre o esa mujer, que tiene abundancia de bienes, no sea esclavo de las cosas, no ponga su mirada en los bienes materiales, sino que la ponga en los bienes eternos.
Toca ese corazón, háblale a ese oído, anímate, anímate a decirle que su mirada debe de estar en el cielo, sólo en el cielo, para que aprenda a desprenderse.
Tú y yo sabemos que no nos llevamos nada, todo se queda aquí, no te vas a llevar nada cuando dejes este mundo, sólo te vas a llevar tus obras, tus acciones. Entonces, a lo mejor esas personas han cerrado su corazón, han cerrado sus ojos y no quieren mirar las necesidades de los demás. Te toca a ti, ayudarle a que abra sus ojos, a que escuche el clamor de los pobres, de los necesitados y que él, que él que ha recibido esa bendición divina sea un gran administrador, compartiendo lo que Dios le ha dado a él, desprendiéndose.
Nos toca hacer muchas cosas, muchas cosas, yo sé que usted confía en la providencia, siempre le dice a Dios: bendíceme, bendíceme, dame lo necesario para vivir. Y los que vivimos aquí, en Oaxaca, sabemos muy bien que hay muchos lugares de nuestro estado de Oaxaca muy pobres, muy pobres, exageradamente pobres, muy pobres y todos esos lugares, olvidados, olvidados.
Nos hacemos los ciegos y los sordos, para no ver esos lugares y para no escuchar el clamor de los necesitados. Despilfarramos, sabiendo que hay grandes necesidades en ciertos lugares, que le haríamos mucho bien a esas poblaciones, por allá, en la montaña, les haríamos mucho bien si no despilfarráramos tanto.
Yo no quiero que usted esté pensando de nuevo en otras personas, piense en usted, tengo que pensar en mí, en más de alguna ocasión le he dicho aquí, a veces está llenos nuestro guardarropa de ropas, de prendas de vestir que nunca nos ponemos, nunca, nunca, pero estamos muy enamorados de este vestido, de esta guayabera, de este pantalón, de esta falda, de esto y de aquello, enamoradísimos, y ahí están, colgados, y tú y yo sabemos que nuestros hermanos oaxaqueños, hay muchos que no tienen qué vestir, los vemos siempre con la misma ropita. No nos desprendemos. ¿Por qué? ¿por qué somos tan esclavos de las cosas?
Queremos que lo hagan otros, queremos que lo haga el gobierno y, nosotros, nos liberamos de eso. “Yo no tengo ningún compromiso”, ¿cómo que no? ¿a poco no? Y no te vayas muy lejos, en el barrio en que tú vives, pues hay personas y tú les conoces, tú les conoces. ¿Por qué no compartir? ¿por qué no desprenderse? ¿por qué no irse ganando el cielo siendo un buen administrador y teniendo un corazón generoso?
Vivamos la pobreza, la pobreza de espíritu, en primer lugar, que es estar abierto siempre a la acción de Dios, que Dios haga Su obra en mí, eso es vivir la pobreza, sentir que sin Dios no somos nada, sin Dios no somos nada, lo necesitamos, no saque de su familia a Dios, no saque de su centro de trabajo a Dios, no saquemos a Dios de nuestras ciudades y de nuestros pueblos, ¡no!, porque la más grande infelicidad no es no tener nada de bienes materiales, la más grande infelicidad es no tener a Dios. Eso es lo que nos hace más infelices, no tener a Dios.
Piense ¿yo tengo a Dios? ¿vive en mí?, pero que no sea sólo en el pensamiento, que Dios esté en este corazón y que lo ame desde este corazón y que haga lo que Él me pide que haga. Sé que confían en la Providencia, sé que invocan a Dios, sé que le buscan. Su testimonio, a veces, no manifiesta lo que traemos aquí adentro y lo digo a usted y me lo digo a mí, me lo digo también a mí. Eres el Obispo, pero a veces tu testimonio no manifiesta que estés lleno de Dios. Eres sacerdote, no manifesta que seas el hombre de Dios. Eres el padre y la madre de familia, el primer catequista de los hijos, no manifiestas que seas el primer catequista.
Cómo manifestamos que Dios está en nosotros y que estamos muy comprometidos con Él… con el TESTIMONIO, haciendo lo que tenemos que hacer y haciéndolo bien. Hay mucho qué hacer, pues hagámoslo, no sólo pasemos la vida lamentándonos que nos falta esto, que nos falta aquello. ¿Qué estamos haciendo nosotros para que ya no falte? Decimos que no tenemos paz, que hay inseguridad ¿y qué hacemos nosotros para que haya paz y para que haya esa seguridad? ¿qué hacemos? ¿la paz está en tu corazón? ¿la paz que viene de Dios está en tu corazón? La paz que nosotros queremos encontrar en este mundo ¿está en tu entorno familiar, en tu casita, en esa relación de familia, ahí hay paz? Pensemos.
El mundo no tiene paz, nuestros pueblos no tienen paz, tenemos inseguridades, tenemos violencia, nuestra mirada es hacia afuera, mirémonos hacia adentro, mire su interior, mire su ambiente, su entorno cercano. Todo eso que usted quiere encontrar allá afuera ¿lo tiene en su persona, en su entorno, en los más cercanos? Y tal vez ahí decimos, híjole, no tenemos paz.
Algo nos está cuestionando Nuestro Señor en este día domingo. Cuando estaba escuchando el Evangelio, de todas esas bellezas del templo de Jerusalén, comencé a pensar, a nuestra ciudad vienen miles y miles de hermanos nuestros a visitarnos durante todo el año y los vemos entrar a estos edificios, a nuestra Catedral y no se diga al templo de Santo Domingo y vienen a admirar las bellezas, las bellezas y van a otro templo y la belleza y la belleza y la belleza y vamos a la montaña y encontramos bellezas de construcciones de templos. Yo quisiera que encontráramos usted y yo, la belleza, siempre la belleza del templo que es usted, porque usted es templo vivo del Espíritu Santo. Que usted sea bello, bello y va a ser bello en sus obras, en sus acciones, ¿para qué queremos edificios tan bellos si la belleza de nuestro templo, del Espíritu que soy yo, no está tan bello? Embellezca ese templo, cuide ese templo, que es usted, y creo que estaremos orgullosos de lo que nos heredaron otras persona, porque todo esto que tenemos es una herencia, no lo hizo usted ni lo hice yo, lo hicieron nuestros antepasados hace muchos años y nos las heredaron y hoy vivimos de esas bellezas. Pues que usted sea cada vez más bello en su interior, conserve su pobreza de espíritu, conserve su limpieza de corazón, conserve su misericordia, conserve su lucha de justicia y de paz, conserve todo lo que agrada a Dios y haga a un lado lo que aparta de Él.
Feliz semana para todos, última semana de este año litúrgico, porque dentro de quince días estaremos iniciando un nuevo año litúrgico. Feliz semana y que la Madre de Dios nos ayude para que todos nosotros nos llenemos de Dios y lo llevemos en el corazón y lo compartamos con nuestros hermanos en todo momento y circunstancia. Seamos pobres de espíritu para que Dios realice Su obra en nosotros. Ahí están los ejemplos, tenemos una imagen de San Francisco de Asís, que se desprendió de todo, que se quedó sin nada para seguir al Señor y su testimonio de vida se conserva hasta hoy. Seguimos viviendo, tratando de imitar a Nuestro Señor y de imitar a quienes se comprometieron con Él para dar ese testimonio de amor, de pobreza y de misericordia, cuidando todo y descubriendo en todo el rostro de Dios.
Que así seamos todos, descubridores del rostro de Dios en cada uno de nuestros hermanos y de esta creación.
Que así sea.

