Oaxaca de Juárez, 12 de febrero. En la víspera de la visita papal, un tema preocupa a las esferas políticas de México y es el caso de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa.
Finalmente, los peritos “expertos” de la Argentina trataron de echar abajo la hipótesis presentada inicialmente por la PGR donde sugerían que los estudiantes de la Normal Rural de Ayotnizapa fueron incinerados en un basurero de Cocula.
Pareciera que los peritos si son expertos pero en asuntos políticos y se prestan a los intereses oscurísimos de personajes como Andrés Manuel López Obrador que, apoyados por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, no buscan la aparición de los estudiantes, sino el descrédito del gobierno de Enrique Peña Nieto.
Si mal no recuerdo, el primero en afirmar que los normalistas fueron apresados y luego incinerados por policías de Iguala y de Cocula Guerrero, coludidos con el narcotráfico y al mando del ex alcalde lopezobradorista José Luis Abarca fue el presbítero Alejandro Solalinde Guerra.
El cura habría dicho en uno de sus numerosos twitters que los normalistas habían sido muertos y algunos quemados vivos.
La pregunta es ¿cómo lo sabía?, ¿quién se lo dijo?, ¿cómo es posible que Solalinde Guerra haya tenido una información tan específica mucho antes que la PGR llegara a una conclusión?.
Solalinde Guerra no es un improvisado en temas de reacción. Fue Caballero de Colón, una organización hermética cuyos miembros son oscuros y perversos; a Carlos Salinas de Gortari se le relaciona con este grupo.
Fue miembro del Instituto Preparatoriano de los padres Carmelitas pero fue expulsado por sus ideas radicales y posteriormente ingresó al Instituto Superior de Estudios Eclesiásticos.
Faltaban tres años para que Alejandro Solalinde fuera ordenado como sacerdote, pero sus ideas radicales lo hicieron dimitir de dicho objetivo y, junto con 15 seminaristas más, fundó el Consejo Regional Seminarista. (casi como los profesores que no quieren evaluarse y que tienen su propia fiscaliza especializada en delitos “magisteriales”).
Finalmente el Obispo Emérito de Toluca Arturo Vélez, lo ordenó como Sacerdote, pero Solalinde, de acuerdo a su currículum acredita dos licenciaturas, una en historia y otra en psicología la primera de ellas por la Universidad Autónoma del Estado de México, además de una maestría en Terapia Familiar Sistémica.
Recuerdo que en 2012 tras la llegada del PRI a los Pinos y luego de varias acusaciones del Gobierno del estado de Oaxaca por su intromisión en asuntos políticos, Solainde Guerra tuvo que autoexiliarse.
El padrecito ha llegado al exceso de pedir a los miembros del Partido Revolucionario Institucional que “hagan un acto de contricción por sus errores y abusos cometidos a lo largo de 71 años de gobierno”, mientras que al Presidente Enrique Peña, le pidió “emprender el camino a la democracia”.
A Solalinde Guerra le queda muy bien la frase que Jesús Cristo pronunció ante los fariseos “dad al César, lo que es del César y a Dios, lo que es de Dios”. Si siguiera estos preceptos cristianos, el llamado “padre de los migrantes”, se metería en mucho menos problemas.
Vuelvo a la pregunta ¿cómo sabía Solalinde Guerra que los normalistas fueron incinerados?, ¿se lo dijo un sobreviviente?, ¿se lo dijo un ejecutor?…
Quien actúa en contra de los intereses de la mafia, termina muerto, incluso aunque no deba nada, como en el caso reciente del la familia que mataron en Pinotepa Nacional, Oaxaca donde asesinaron de un balazo en la espalda a un niño de siete meses.
Si Alejandro Solalinde traba las operaciones del narcotráfico con los migrantes en el sur de la república ¿no estaría ya muerto?; en cambio ¿qué pasaría si los ayuda?, ¿qué pasaría si un político de izquierda, con relación cercana a los señores del narco en el sur del país protegiera a Solalinde para que desestabilice al gobierno?
Conste que solo son elucubraciones, no señalamientos, lo que sí es claro es que, detrás de los desaparecidos o muertos de Ayotzinapa, hay una mano muy negra que en vez de querer encontrarlos, tiene como misión la desestabilización del actual gobierno de la república.
El dueño de esa mano sí tiene que hacer un enorme acto de contricción porque su pecado es peor que el asesinato.

