XXXIII FERIA DEL SEMINARIO PONTIFICIO DE LA SANTA CRUZ
CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA
HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS,
ARZOBISPO D5 ANTEQUERA OAXACA
5 DE MAYO DEL 2024
Oaxaca de Juárez, 5 de mayo. A ver si no los aturdo, a ver si pueden controlar cuando yo suba la voz y la baje. Está haciendo calor, pero no es el primer día que hace calor, ya tenemos bastantes días que hace calor y seguirá el calor, pero nos alegra sentir el calor del corazón del hermano, el calor del amor.
Hoy tenemos que emocionarnos por todo lo que nos ha dicho el Señor en el Evangelio, que nos ama y nos invita a amarnos, para ser plenamente felices.
Si no amamos, no somos de Dios y, si amamos, somos los hijos de Dios.
No hagamos imposible lo que es posible. Si Dios nos invita a amarnos a todos, es posible, es posible. Está en usted que ame o deje de amar. Si ama, le irá muy bien en la vida. Si deja de amar, pues no sé cómo le vaya a ir, yo creo que no le va a ir tan bien.
Necesitamos llenar el corazón de amor, necesitamos abrir este corazón para dejar que nuestro prójimo nos ame. Si cerramos nuestro corazón, cómo queremos experimentar el amor, si este corazón está cerrado. No cierre su corazón, deje que su prójimo le ame, pero no solamente exijamos que nos amen, amemos antes de exigir que nos estén amando.
El compromiso que tenemos cada uno de nosotros es amar, amar. No neguemos nuestro amor. Aquí, hoy Dios me dice que todos ustedes son capaces de amar. Están aquí por amor al Seminario, no lo puedo leer de otra forma, porque usted podría haber ido a otra parte, a pasear, a descansar, a convivir con su familia y hoy ha venido aquí, movido por el amor. No viene aquí a desayunar, comer o cenar porque está baratito, no, no viene por eso, viene porque ama al Seminario. Usted ama al seminario, lo que lo movió para venir aquí es el amor y no nos queda a nosotros, sacerdotes, más que decirles gracias por amar al Seminario, gracias por amar a la institución donde fuimos formados, donde Dios fue despertando en nosotros, cada día con más claridad, que nos llamaba al sacerdocio.
Los que estamos aquí ya como sacerdotes, nos sentimos elegidos, elegidos por Dios, por Nuestro Señor y hace un momentito escuchamos: no son ustedes los que me han elegido, soy Yo quien los ha elegido y los ha llamado para que den fruto. Hermano sacerdote, siéntete elegido por Nuestro Señor, siéntete elegido y al sentirnos elegidos, también sentimos nuestra indignidad, ¿por qué, Señor, te fijaste en mí, tan indigno, tan lleno de miseria, de debilidades y defectos, por qué? Y tenemos que respondernos: por el gran amor que Dios nos tiene, por el gran amor que Dios nos tiene y esa elección la ha hecho Dios para que yo abra mi corazón sacerdotal y regale mi amor a los fieles con los cuales vivo, a los que sirvo en persona de Jesucristo, tarea muy grande, muy sagrada y muy santa.
Padres, nuestra gente nos mira como otros Cristos, así nos mira nuestro pueblo. Que tú y yo nos parezcamos más a Él y nos vamos a parecer más y más a Él si amamos a todas las personas, a todos nuestros fieles, a todos, sean como sean. No despreciemos a ninguna persona de nuestra comunidad, miren cuánto amor nos tiene Dios en la persona de cada uno de nuestros hermanos que están aquí y que seguirán llegando durante todo el día. Cuánto amor nos tiene Dios, pero a la vez, yo leo cuánto amor necesitan las comunidades de su sacerdote. Vivamos amando, eso es lo que quiere Cristo y nos los pide a todos y nosotros, que somos vistos por nuestros fieles y dicen que somos otro Cristo, esperan el amor del Cristo al cual nosotros representamos.
Crezcamos en el amor, crezcamos en el amor.
Nuestro pueblo sufre, porque en su comunidad, que tal vez es grande, no tiene sacerdote. Sabemos muy bien que en nuestra Arquidiócesis y en las demás diócesis de nuestro estado de Oaxaca sufrimos por la falta de sacerdotes. Nos duele en el alma no poder enviarles un sacerdote, no porque no queramos, sino porque no lo tenemos, no lo tenemos.
En esta gran casa, en esta gran casa tenemos 30 jóvenes, 30, unos son de Puerto Escondido, de Tehuantepec, de Tuxtepec, de Mixes, de Huautla y nosotros, los de la Arquidiócesis, contamos solamente con 20, 20, 20 en un proceso de formación de 7 años, 3 en la facultad de filosofía y 4 años en la facultad de teología. Son 7 años los que tienen que recorrer los 20 jovencitos para llegar al sacerdocio.
¿Cuándo vamos a llenar esta casa?, ¿cuándo?, cuando usted, padre de familia, madre de familia cultive en su hogar la vocación al sacerdocio, ese día vamos a llenar la casa, cuando usted cultive, cuando usted se postre ante Nuestro Señor y le diga con un corazón generoso: “Señor, llama de mi casa a uno de mis hijos para que sea sacerdote, ¿por qué no le pide a Dios eso? No sea egoísta, no solamente piense: “se va a acabar mi apellido”, que se acabe su apellido pero que un hijo suyo sirva a Dios en el ministerio sacerdotal, porque va a ser para su familia una bendición divina, inmerecida.
Si no empezamos a cultivar en el hogar las vocaciones a la vida sacerdotal y a la vida religiosa, no vamos a tener sacerdotes y no vamos a tener religiosas, porque el sacerdote y la religiosa va saliendo de la familia, de la familia.
Yo quiero que estos edificios no sean un elefante blanco, yo quiero que estén habitados por jóvenes que tienen la ilusión y la esperanza de llegar un día y arrodillarse ante su Obispo y que su Obispo imponga sus manos y lo ordene sacerdote. Yo quiero eso, lo necesito. Me siento padre y siento que miles y miles de mis hijos no tienen un sacerdote y no tienen un sacerdote porque aquí está solo, este edificio está solo.
La vocación no se compra. “Yo los he elegido”… pues dígale a Nuestro Señor: elige de mi familia uno, y si quieres elegir dos o tres, te los regalo, son tuyos, desde siempre han sido tuyos y si los quieres para el sacerdocio y si quieres a mis hijas para la vida religiosa, aquí está mi familia, bendícenos, aunque no lo merezcamos.
Andan aquí trabajando incansablemente 33 muchachitos, 33 jovencitos seminaristas… “ah, ya le aumentó, hace rato dijo 30, ahora dice 33”… ah, es que 3 están en otra casa, no están aquí, son los que terminaron hace tiempo su preparatoria y están en el curso introductorio, en el propedéutico y pasarán aquí, ojalá y pasen los tres, uno es de Puerto Escondido, otro de Tehuantepec y otro nuestro, uno. Entonces, el próximo curso escolar vamos a tener un seminarista en primero de filosofía, uno y que corran 7 años y un poquito más, tal vez, para que tengamos un sacerdote, uno.
Ayúdenos, así como hoy han venido a ayudarnos para el sostenimiento de estos jóvenes, que comen muy bien, comen bien y que se les pide una colegiatura de 1,200 pesos actualmente y cada uno de ellos nos sale como en 8,500 al mes. De dónde sacamos los otros $7,300, ¿de dónde lo sacamos?, ah, de lo que usted hoy va a dejarnos ahí consumiendo, o diciéndonos: mire, aquí traigo muchos billetes y los quiero dar para el seminario y por eso al ratito les van a dar un sobrecito para que llene el sobrecito de puro billete, para que podamos alimentar, sostener a nuestros seminaristas.
Así nos está ayudando hoy usted, con su oración y con su aportación, pero le vuelvo a decir, lo que más necesitamos es que en su hogar broten, salgan los jovencitos. Así salimos cada uno de nosotros, salimos de una familia y aquí estamos, sirviendo a Nuestro Señor, tratando de hacerlo lo mejor que nos sea posible.
Dios nos ama y Dios es que llama, no podemos decir nosotros que no estamos bendecidos y que Dios no nos está manifestando Su amor, porque tenemos muy poquitos seminaristas, ¡no!, ¡no! Dios nos ha bendecido y nos seguirá bendiciendo, pero quiere bendecir su hogar, no se le olvide, quiere bendecir su hogar con esa bendición de elección de uno de sus hijos o de una de sus hijas a la vida religiosa, le quiere bendecir Dios, no le cierre la puerta a esa bendición, no le cierre la puerta. Sea generoso, despréndase, su hijo no es suyo, es de Dios, se valió de usted para traerlo al mundo, pero es de Dios y si se lo entrega a Dios, imagínese qué alegría, qué gozo en plenitud.
Miren, aquí tenemos ahora al sacerdote que el día 18 de abril yo le impuse las manos en su cabeza y le ungí sus manos con Santo Crisma y aquí está, con nosotros. Ponte de pie padre, para que este pueblo te conozca, ven aquí en medio. Él es el último sacerdote que yo ordené el 18 de abril, no tiene ni un mes, no tiene ni un mes de ser sacerdote. Está contento el muchacho, miren, véanlo. Que un día, papá, mamá, que un día el Obispo le diga: mire, aquí está su hijo sacerdote. Me gustaría, me gustaría, me encantaría. Tal vez yo no lo voy a ordenar, pero lo va a ordenar el sucesor y yo me alegraría desde mi casa, si es que todavía vivo, y si no, me alegraría en el cielo, si es que Dios me da entradita.
Nos tenemos que alegrar. Me da mucho gusto que hayan venido, me da gusto que recen por nosotros, me da gusto que nos tiendan la mano y que sean esa divina providencia que sostiene nuestro seminario, me da mucho gusto, mucha alegría.
Alegrémonos, disfrutemos de nuestra convivencia, disfrutemos de nuestra Feria del Seminario, ustedes son los que hacen la alegría. Síganos alegrando, síganos alegrando.
Que María, Nuestra Madre, nos acompañe, como acompañó a Su Hijo Jesucristo. Que María Nuestra Madre interceda por todos nosotros, tenemos grandes necesidades. Nuestros pueblos necesitan de la bendición de la Madre, se la pedimos ahora y que Dios los conserve en santidad de vida y que tengan esa alegría plena, sintiéndose amados por Dios y amando a sus semejantes y lo demás llegará. Usted ame y enseguida las personas le amarán, le amarán, dedíquese a amar para que usted no pierda la alegría en plenitud, alegrándose y amando.
Que así sea.