Ramsés Ilescas
Oaxaca de Juárez, 2 de agosto. El veracruzano Ricardo Baltazar Vázquez fue reportado sin vida en el IMSS Coplamar de Tlacolula de Matamoros y, detrás de su muerte hay una dolorosa historia que denigra la condición del ser humano pues una probable infección lo consumía en vida, provocando sendas heridas visibles en sus carnes que despedian un hedor que solo gente con calidad humana de un centro de atención a drogadictos y alcohólicos fue capaz de resistir y atender. En al menos dos instituciones le negaron el derecho a una asistencia médica y humanitaria.
La historia comenzó a escribirse con un accidente que este hombre tuvo estando ebrio en Tlacolula, donde trabajaba como albañil.
Aparentemente no tenía familia, pero alguien lo alimentaba en la vía pública. Sus heridas se infectaron pues ya no caminaba, solo se arrastraba.

Así lo narra el pastor y director del centro de rehabilitación “Pescadores del Alma”, Javier Avendaño, quien sostiene que Ricardo recibía atención médica en el IMSS Coplamar de Tlacolula, de donde, por razones que ignora, lo dieron de alta y lo llevaron al DIF de ese mismo Municipio.
Ricardo estaba grave, sus heridas saltaban a la vista y aún más e olor que estás despedian. Larvas de gusanos daban cuenta de parte de su tórax, espalda baja, gluteos y ano.
A pesar de esas condiciones, una mujer que supuestamente es empleada del DIF de Tlacolula, de nombre Lizbeth Chacón Martínez, utilizó a personal de la Cruz Roja para trasladar a Ricardo al centro de ayuda a drogadictos y alcohólicos en la colonia Manantial, Pueblo Nuevo, en la ciudad de Oaxaca.
El hombre permaneció durante 15 días en el albergue donde recibió el trato humanitario que se le había negado; le lavaron las heridas, lograron retirarle las larvas de sus carnes putrefactas, lo aseaban diario y lo alimentaban.
No pudieron prolongar esa atención. Ricardo estaba agradecido, quería permanecer en ese lugar, pero por su estado era necesario que recibiera atención especializada.
Fue trasladado al Hospital Civil “Aurelio Valdivieso”. Ahí descubrieron que una de sus heridas en la espalda tenía 30 centímetros de profundidad.
Ricardo regresó al IMSS Coplamar de Tlacolula, donde permaneció hasta hoy, pues perdió la batalla por sobrevivir.
Aparentemente no tenía familia en Oaxaca, era de Acayucan, Veracruz.