Oaxaca de Juárez, 26 de marzo.
Lo mío, lo mío, son los gatos
Mónica Díaz
Cuando era pequeña ya tenía el placer de convivir con ellos.
Me acompañaban en las largas tardes que pasaba en casa de mis padres, explorando por todas las habitaciones, descubriendo un mundo sorpresivo y algunas veces entretenido.
Desde entonces, no me he separado de ellos, por razones casi casuales, los felinos abandonados han encontrado en mí un refugio seguro lleno de alimento y de amor.
Si ahora evoco la atmósfera de aquella época, es sólo para precisar el estado de ánimo que me llevó a escribir acerca de un gato en especial: Tarquino.
Tarquino es un gato negro azabache, si lo ves de frente parece que tiene un cuellito blanco, como el alba o túnica de los sacerdotes católicos. Sus ojos son verdes veteados con franjas amarillas, muy penetrantes; su temperamento, cariñoso y avispado.
Siempre he creído que es un gato mágico, pero también es cierto que al paso del tiempo, esa relación gatuna me desarrolló un tipo de código comunicante, que me hizo descubrir y apreciar sus espléndidos dones. Si quieres comunicarte con él, necesitas algo más que tus cinco sentidos terrenales para poder acceder a su universo paralelo o digámoslo más explícitamente, a su dimensión.
Considero que mi amigo es una de las criaturas más auténticas que he tenido la suerte de conocer, intuye mi llegada pues siempre lo encuentro vagando entre las ramas de una jacaranda contigua a mi casa, como si me estuviera esperando.
Confieso que muchas veces me sorprende, en cierta ocasión, tuve una extraña invitada y Tarquino con imprudente osadía no se retiraba de mi lado, permaneciendo al acecho.
De ésto surge una pregunta sorprendente: ¿Los gatos perciben o ven algo? ¿Cómo es posible?
Se cree que los gatos perciben las llamadas “malas vibras”, envidia, coraje, ira, odio, y todas aquellas manifestaciones del mal transformadas en ondas de energía.
De pronto empieza la parte más inquietante, cuando recibimos energía negativa, nos desestabilizamos y se dice que de esta forma se generan muchas enfermedades.
Impresionada y curiosa, acordé investigar en algunos libros de ocultismo, descubriendo que si eres un espíritu débil y melancólico, con el simple hecho de acariciar a un gato, descargas aquella maldad. El gato canaliza la energía negativa disipándola o absorbiéndola, evitando que cargues con ese perjuicio.
Tarquino y yo tenemos una conexión muy especial, cuando me encuentro estresada o triste, no es necesario llamarlo, aparece repentinamente a mi lado, entonces lo acaricio y mi espíritu se siente liberado. Él sabe que parte de su misión en este mundo es aliviar tales tensiones, es un excelente protector puesto que es un animal de poder conectado con el cosmos, refleja las cualidades de nuestro ser interno y nos indica las facultades que debemos adquirir para nuestra evolución espiritual, las cuales se hallan ocultas en lo más profundo de nuestro ser.
Así como llega, súbitamente desaparece y yo me quedo pensando en el significado de ese encuentro.