Oaxaca de Juárez, 20 de agosto. Era Henry Kissinger quien afirmó que las naciones debían estar sujetas a los mismos juicios de valor que las personas, dado que las virtudes de éstas suelen ser las mismas bajo las cuales una nación se conduce a nivel interno e internacional. Así pues, en esta semana una imagen en particular causó revuelo. En Siria un niño visiblemente afectado por un bombardeo era rescatado por los cuerpos de seguridad.
El sistema internacional, suele manejarse por estructuras, ya sean sociales, económicas, políticas, etcétera. Así pues, mientras analizamos la pertinencia o funcionalidad de estructuras como la religión, la autodeterminación o la integración el mundo está colapsando ante nuevas formas de conducción en la política exterior de muchos países. En teoría, dichas estructuras hacen más sencillo el análisis de la política internacional, lamentablemente en el ámbito de la teoría seguimos careciendo de doctrinas que aporten ética al comportamiento de muchas naciones.
Lo anterior, resulta poco más que imposible cuando nos ponemos a reflexionar quién es imputable ante una atrocidad como Siria, Ruanda, Libia, Guatemala, entre otros. Así pues, paradójicamente entre más estructuras se formen en el sistema internacional menos efectiva parece la repartición de justicia así como resulta más improbable la promoción de la paz internacional.
Nadie niega la utopía que simboliza la paz mundial, por lo menos no es algo que hayamos presenciado a cabalidad, pues si bien hemos vivido periodos en los que los conflictos han aparecido con menor frecuencia o intensidad no dejamos de tener presentes conflictos ancestrales que suelen tornarse más tensos conforme pasa el tiempo. No obstante, era el idealismo el que nos afirmaba que eran esas estructuras las cuales poco a poco harían del sistema internacional más habitable dado que promovería el fin último que era la paz mundial.
Sin ofender a Kant, la llegada de la paz jamás había estado tan distante de nuestra realidad. Quien diga que entiende las crisis de refugiados, la segregación por raza o credo o el desplazamiento forzado en un país sin conflictos está lejos de comprender bien a bien dichas realidades. Así pues, hoy en día vivimos en un mundo donde la infancia crece con resentimiento y sin oportunidades. Gracioso parece el hecho de que Naciones Unidas festeje que Brasil ha reducido la muerte en niños cuando muchos de sus jóvenes mueren a manos de la violencia.
Es por ello que habrá que preguntarnos si en realidad hay estructuras en el escenario internacional o son una suerte de intereses que responden a la necesidad de otros toda vez que no sean niños en situación de guerra, hambre u orfandad.