Oaxaca de Juárez, 30 de marz0.-Durante la semana sólo los afortunados y expectantes al escenario internacional se enteraron de los atentados en el parque de la ciudad de Lahore al este de Pakistán. Con un saldo hasta el momento de 72 personas muertas y más de 340 heridos el atentado parece haber pasado desapercibido para la cantidad de personas que se preocupaban por los recientes atentados en Bruselas.
Por alguna razón los atentados perpetrados en el viejo continente parecen tener más resonancia que aquellos cometidos en países más pobres y menos conocidos. Sin mencionar que particularmente en México nos encanta encontrar familiares lejanos de países europeos para sentir más cercana la pena. La realidad es que en el mundo a diario suceden numerosas tragedias que para los medios de comunicación parecen no importarles, aunque en muchas ocasiones sean mucho más mortíferos que en París o Bruselas.
Así pues, pasan los días y encontramos pocas personas indignadas que los ataques de una facción talibana en Pakistán buscaran deshacerse de una gran cantidad de cristianos resididos en la mencionada ciudad, al tiempo que pocos se han preocupado ante el dato de que la mayoría de las víctimas de estos atentados fueran niños y mujeres. Injusta es la vida cuando nos topamos ante la realidad de que pocos condenaron en atentando. Esta vez no hubo discursos ofreciendo nuestra solidaridad al pueblo paquistaní.
El colonialismo cultural del que somos víctimas la mayoría de los occidentales no sólo es triste sino preocupante ante la tendencia que tenemos de seleccionar las tragedias que nos aflijan. Tenemos la capacidad de indignarnos por los discursos de Donald Trump pero nos cegamos ante la realidad que columnistas hoy en día inviten al odio en nuestro propio país. Buscamos cambiar al mundo sin tener idea de dónde está Pakistán y cuáles son las repercusiones que podrían tener los atentados.
Ante la indiferencia y la ignorancia las víctimas somos todos y no podemos ni debemos ocultar el hecho que en hay países que a la sociedad internacional le importan más. Así pues, no podemos dejar de lado el hecho que para un verdadero cambio en la sociedad internacional y para el pleno respeto a la libertad de culto hace falta reconocernos como especie antes que como nacionales de determinada nación.