Fernanda Cardoso
Oaxaca de Juárez, 19 de julio. Todavía recuerdo en los tiempos más tempranos de la carrera cuando los profesores nos explicaban sobre el denominado “dilema de la seguridad” en el escenario internacional. Básicamente es un concepto que nos dice que mientras más armamento exista sobre el escenario internacional éste se volvía más inseguro, paradójicamente. En estas semanas es común escuchar comentarios sobre lo convulsionada que está la situación a nivel internacional.
Pienso que los estudiosos del área de Relaciones Internacionales saben las causas por las cuales el mundo se ha vuelto un lugar más inseguro y no han sabido plasmarlo en nuevas teorías o textos que los estudiantes de política internacional puedan consultar. Lamentablemente para el nuevo paradigma lo que ha hecho nuestra realidad más insegura no es el número de armamento que hay sobre este gran tablero de ajedrez.
El dilema de seguridad en su interpretación más clásica nos dice que si nuestro vecino empieza a armarse de manera indiscriminada, eventualmente los demás habitantes de la cuadra empezarán a armarse ante la incertidumbre de no saber de quién se quiere defender el primer vecino. Lo anterior, lejos de hacer la cuadra un lugar más seguro la hace más inestable luego de que los vecinos llegarán a un punto en el que todos tengan la capacidad de terminar con otros habitantes de la misma cuadra.
Hoy en día, la misma dialéctica se puede reproducir con diferentes variables pero con los mismos resultados. Desde mi punto de vista, después de los atentados del 9/11 las políticas seguridad de prácticamente todo occidente antagonizaron al mundo. Es decir, quien no se declaraba abiertamente enemigo del terrorismo (lo que quiera a lo que ese término se refiriera) estaba a favor de las prácticas que derivaron en uno de los hitos de la historia contemporánea. Lo anterior, no sólo dio pie a que se generaran políticas de segregación contra todas las religiones (no sólo el islam) sino que la gama de personas sospechosas se hizo infinitamente más grande.
A partir de dicho momento, todos los usuarios de internet, morenos, con palestina, con Kippah o árabe parlantes pasaron a formar parte de una lista interminable de sospechosos que lejos de hacer a los servicios de inteligencia más eficientes lo hicieron más dispersos. Lo anterior, sólo nos dice que a medida que el miedo de los gobiernos y sociedades aumenta también crecen las posibilidades de ser víctimas de diferentes atentados. No es coincidencia que la mayoría de los responsables de los atentados en Europa ya hubieran pasado por la justicia por tener signos de radicalización.
Al final del día, pienso que el nuevo dilema de seguridad se refiere a esa tendencia de la población internacional por pensar que el miedo los protegerá cuando el resultado es exactamente el contrario, genera una suerte de psicosis colectiva que opaca la eficiencia de los sistemas de seguridad, opaca el instinto de la colectividad y genera que se sospeche de los equivocados.
Así pues, no quiere decir que todo lo que está viviendo Europa sea coincidencia, sino que es el resultado de una década de buscar a los inocentes y hacerlos parecer culpables a la fuerza. Más perversa resulta la idea de que mientras los atentados en Europa sigan generando medidas inadecuadas para erradicar el terrorismo más mortíferos serán los mismos dado que no se puede erradicar lo que no se conoce y menos lo que no se busca en el lugar indicado.