Los estragos de la crisis
Fernanda Cardoso
Oaxaca de Juárez, 24 de mayo. Parecería ser que por cada español tiene la obligación moral de asistir al diálogo político para mediar la situación en Venezuela. Chistosa y apropiada suena la idea de “candil de la calle, oscuridad en tu casa” cuando escuchamos a las decenas de políticos y analistas otorgando soluciones a una de las crisis más severas de la región latinoamericana. Cierto es que lo que no suena tan gracioso es la situación que viven miles y miles de venezolanos en el día a día mientras que Maduro sigue padeciendo de sus delirios de persecución.
Así pues, resulta perverso pensar que realmente no hay nadie que meta las manos por los venezolanos que no pueden comprar más que cuatro rollos de papel al mes o que su sueldo solo alcanza para comprar una vez a la quincena pollo. A decir verdad, la crisis en Venezuela parecería ser un imposible en los tiempos de Hugo Chávez cuando tantas y tantas empresas extranjeras cubrían las necesidades de los venezolanos que paradójicamente tenían para pagar esos lujos.
Obviamente la situación con una persona tan básica como Nicolás Maduro no hizo más que empeorar. Sin embargo, injusto sería que sólo culpáramos a un pobre hombre que alega ver “pajaritos”. La realidad es que Hugo Chávez después de haber visto que el sector empresarial venezolano buscaba revocarlo tras un referéndum trato de evitar que todos los productos que generaba este sector fueran sustituidos por productos de procedencia extranjera. Lógicamente hoy en día que los precios fluctúan sin ninguna responsabilidad dentro de la decaída economía venezolana, el sector empresarial venezolana acapara casi todos los productos.
Hoy en día es casi imposible pensar en un Venezuela donde se garantice el abasto para todos los ciudadanos. Por más que haya “pensadores” españoles defendiendo a capa y espada el chavismo es lógico pensar que si el país con la mayor cantidad de reservas de petróleo en América Latina no tiene dinero para pagar la luz, algo están haciendo mal.
Es así como caemos en la reflexión de que por más que se privilegie el diálogo, en un gobierno que poco tiene de democrático. La crisis venezolana tardará décadas en reponerse de este embate a una de las economías que logró vivir momentos de extrema bonanza. Así pues, las intervenciones españolas a la oposición o el oficialismo venezolano poco o nada han abonado para mejorar una situación que con el tiempo se vuelvo más cruel.