Oaxaca de Juárez, 9 de septiembre. Para conmemorar los ataques del 9/11, esta semana el gobierno de Los Estados Unidos notificó que sus ciudadanos podrían exigir al gobierno Saudi el pago de daños y reparaciones a los afectados por los atentados terroristas de las Torres Gemelas. En un hecho sin precedentes, Estados Unidos parece haber aceptado que en esta ocasión escogió mal a sus amigos y enemigos.
El gobierno Saudita desde antes de los atentados del 11 de septiembre había dado indicios de auspiciar bajo la sombra del salafismo a grupos fundamentalistas que aglutinaban todo el odio para con Estados Unidos. Después de cometidos los atentados, Estados Unidos pareció estar más cerca de Arabia Saudita que por un lado prometía lealtad a la guerra contra el terrorismo propuesta por Estados Unidos y por el otro, con todo el dinero proveniente del petróleo saudita patrocinaba la radicalización de varios grupos sunnas.
Muchos fueron los que señalaron el doble juego de Arabia Saudita que de alguna manera entorpeció la diplomacia estadounidense dentro de Medio Oriente obstaculizando su capacidad por llegar a mejores acuerdos con Iraq y Kuwait.
Hoy las fichas se mueven muy diferente a como se movían en aquel 11 de septiembre del 2001. Lamentablemente para Estados Unidos ya no hay un Husein que pueda conglomerar todos los intereses de los distintos grupos que se disputan el poder en la zona. Por otro lado, es necesaria agregar a la ecuación el hecho de que los yihadistas en la actualidad son el producto de una serie de políticas impulsadas por occidente que vetaran al Islam de la lista de religiones “políticamente correctas”.
Lo anterior, sólo provocó que la generación que creció después del 2001 se formara con prejuicios y visiones erradas del Islam, de tal suerte que hoy en día resulta en extremo sencillo adoctrinarlos y radicalizarlos. Es decir, la islamofobia junto con las malas decisiones en materia de política exterior emprendidas por Estados Unidos generaron el terreno perfecto para la aparición de los distintos grupos yihadistas que hoy en día tienen en incertidumbre a todo occidente.
Conmemorar los atentados que marcaron un precedente inmediato de los múltiples que ha habido desde entonces es obligatorio, como también lo es repensar la estrategia sobre la cual todos los servicios de inteligencia han sentado sus tácticas para abatir la amenaza terrorista alrededor del mundo. Si lo vemos fríamente tal vez no sea el momento de terminar con la amenaza que simboliza el Estado Islámico si las grandes potencias no son capaces de reparar el daño que se le ha hecho a Siria o al Kurdistán y que con el Estados Islámico disuelto sólo se formarán nuevo grupos que agudizarán la situación de conflicto.