La cruda… realidad de Reino Unido
Fernanda Cardoso
Como la vaticinamos la semana pasada, el triunfo del “Brexit” opacó la realidad en Reino Unido. La victoria de la demagogia deja claro el resurgimiento de los nacionalismos más extremos. Si bien, el costo económico de su salida de la Unión Europea fue grande, éste pasó a segundo término respecto a problemas como la migración y la falta de empleo.
Reino Unido despierta ante una realidad que no esperaban, incluso David Cameron, no estuvo dispuesto a soportar el costo político que implicaba ser el Primer Ministro que llevara a Reino Unido a asilarse del proyecto Europeo. Si bien, las protestas de los jóvenes alegaban que el resultado del referéndum se debió a las decisiones de adultos mayores, también es cierto que el voto de la juventud fue un gran ausente dentro de los comicios.
Por otro lado, Reino Unido no sólo despierta ante una realidad difícil en materia política y económica, el mundo entero debe despertar – cuanto antes mejor- de una realidad que privilegia la segregación, el poco entendimiento, la falta de empatía y la falta de humanidad.
El mundo entero está ante una realidad que debería espantarnos luego de que este tipo de pensamiento hubiera llevado al Genocidio en Ruanda o al Holocausto. No es de sorprendernos que el más contento con la decisión del Brexit fuera el “tan estimado” Donald Trump, que con su peculiar estilo afirmara que “no deberían dejar entrar a los migrantes a Reino Unido”.
Así pues, el resultado del referéndum en Reino Unido es la prueba más clara que todas las decisiones que tomemos como colectividad tienen repercusiones importantes en el día a día. Hoy ya no vale la pena escuchar a miles de jóvenes pidiendo un segundo referéndum luego de que las principales calificadoras hubieran degradado a Reino Unido y la libra esterlina se depreciara.
Valdría la pena detenernos a pensar en las consecuencias que tiene poner todas las decisiones en el marco de “lo negociable”, al mismo tiempo vale la pena reflexionar respecto a la seriedad con la que la colectividad toma decisiones que, colateralmente, afectan a todo el globo. Es pues tarea de todos los funcionarios públicos, analistas y hacedores de políticas asumir las consecuencias propias de las decisiones que, en toda democracia consolidada, el propio pueblo exige que tomen.