Oaxaca de Juárez, 30 de diciembre.En la última década muchos de los analistas se atrevieron a decir que vivíamos una “Primavera Latinoamericana” luego de que algunos países de la región optaron por dar nuevas oportunidades a gobiernos de izquierda. Lamentablemente, pocos son los casos de éxito que podamos recordar en los que estas fracciones políticas hubieran salido victoriosas.
Con una larga historia de influencia de potencias extranjeras en la región, muchas personas apelaban a que el subdesarrollo de la región se debía a las intervenciones que particularmente Estados Unidos ejercía en la misma. Por tanto, el darle un voto de confianza a la izquierda latinoamericana resultaba muy atractivo luego de que grandes estrategas latinoamericanos hicieran sus aportaciones en materia de gobernanza y desarrollo como lo fue Fernando Henrique Cardoso.
Por lo anterior, muchos pensábamos que la nueva izquierda estaba al nivel de las necesidades de una región que había destacado por únicamente producir mano de obra barata y materias primas, al tiempo que carecía completamente de industrias fortalecidas en materia de tecnología. Sin embargo, con la llegada al poder de personajes como Nicolás Maduro en Venezuela, Evo Morales en Bolivia o Rafael Correa en Ecuador, nos dimos cuenta que la izquierda seguía dejando mucho que desear y que los exponentes de esta corriente carecían de la estrategia y genialidad de la que hacían alarde Perón o Allende en su momento.
Lamentablemente el populismo en América Latina ha pasado una gran factura en materia económica, política y comercial. A la vez que son menos los países que optan por gobiernos de izquierda en la región. En su momento, encontramos una América Latina gobernada por una izquierda que adolecía de proyectos a largo plazo, de planes de contingencia, de políticas de desarrollo eficaces, logrando así que las relaciones entre los distintos países de la región se fragmentaran hasta lograr que Latinoamérica perdiera su posicionamiento a nivel internacional.
Así pues, con una historia constante de crisis, inflaciones y desigualdad, la realidad es que América Latina no ha tenido oportunidad de vivir su propia “primavera”, la región en su mayoría, carece de una sociedad civil organizada, de una opaca rendición de cuentas y tiene una falta de conciencia en temas de legalidad y trasparencia. Resultaría, entonces muy aventurado apostar a que la nueva ola de derecha que promete gobernar la región en los próximos años será la oportunidad perfecta para hacer historia en la región. Mientras tanto, no resta más que poner en una las fallas que no debería de volverse a repetir y los aciertos que se deben de frecuenta independientemente de la tendencia de los gobiernos y promover ante todo el desarrollo humano y el bienestar social.