Oaxaca de Juárez, 16 de enero.
Gerardo F. Castellanos Bolaños
Comparto con ustedes algunos de mis recuerdos antes de que se pierdan en el laberinto de la memoria.
Papá Nolo, mi tata, fue arreador de ganado a fines del siglo IXX; iba a la costa por él para venderlo los viernes en el baratillo del pueblo, que era dónde se hacía la plaza de la región.
Su trabajo de muchos años le reportó algunas ganancias que fue guardando para su vejez; sin exagerar, había logrado llenar a medias un baúl de billetes que lo convertían, al parecer, en un hombre rico.
La fortuna es efímera y traicionera, que eleva al hombre hasta el cielo y luego lo deja caer en la miseria.
De la noche a la mañana hubo cambio de gobierno y el que llegó fabricó su propia moneda y el baúl con billetes de mi tata se quedó sin ningún valor, ninguno; de tiricia papá Nolo dejó de ir a la Costa porqué no tenía conque y empezó a tomar y sin importarle la familia le entró de lleno a la borrachera hasta que se murió, dejando huérfano a mi papá y a sus cuatro hermanos de los que tuvo que hacerse cargo porque no había de otra.
Lo único que recordaba mi padre de mi abuela es que, mamá Novia era una mujer blanca, muy bonita, de pelo negro, largo, y que murió muy jóven de colerin.
El tata había dejado dos terrenos de sembradura y el de la casa en el pueblo dónde estaba la tiendita de la nana.
Se le ocurrió a Benito, el hermano menor, que sembraran calabaza que se dió en abundancia, la prepararon con panela y salieron a vender al pueblo y a los pueblos y rancherías cercanas y de esto se fueron manteniendo
Mi papá ya le había echado el ojo a mi mamá y fue a pedirla en matrimonio y como era de esperarse, según la costumbre del pueblo, no se la dieron porque no tenía nada; así es en los pueblos, los padres se fijan muy bien que tengas conqué mantener a su hija si no, no te la dan y no se la dieron.
Ayudado por dos de sus hermanos fue a una ranchería y se robó a la que fue su primer esposa, no tuvieron hijos y era una mujer muy trabajadora, nunca estaba quieta, no descansaba, de noche bordaba blusas y cosía a mano; todo el día andaba buscando que hacer; muy luchona, comerciante, vendía lo que podía y hacía todo lo que le produjera aunque fuera una ganancia mínima y hasta sin ganancia, el chiste era darle movimiento al dinero; fue comprando vacas, gallinas, chivos, puercos; diario salía tempranito a recorrer el pueblo para vender leche, queso, huevos, frijol y echó a andar la tienda de la nana. A los dos años dejó viudo a mi papá; no se supo de qué murió, yo digo que murió de tanto trabajar.
Otra vez fue mi papá a pedir a mi mamá y esta vez si se la dieron luego, luego, porque ya tenía conque.
Como agricultor sembraba maíz, frijol, garbanzo, sorgo, lenteja y caña, tenía trapiche en el que molía su caña para producir panela en cuadro, en cara y en vaso.
Como comerciante, la tienda era para servir al pueblo, en ella, los campesinos, las señoras amas de casa, los niños, los jóvenes hombres y mujeres y hasta los tatitas encontraban lo que necesitaban sin necesidad de ir a la cabecera de distrito o a la capital. Encontrabas desde una rueda para carreta, hasta un botón, había de todo.
El viernes por la noche, el patio de la casa se convertía en el cine del pueblo; con permiso de mi papá, Nino Díaz venía a proyectar películas; las gradas eran tablas colocadas sobre tambos de petróleo vacíos y del lado del trapiche se ponía la pantalla que era una sábana blanca. Nino llegaba cargando bajo el brazo las películas que venían en ruedas grandes y cómo olvidar el ruido que hacían durante la proyección.
Una vez se anunció con una semana de anticipación la película Soy puro mexicano y el día de la función Nino llegó tarde y sin película; para disculparse antes de devolver las entradas, mostró el telegrama que había tratado de enviar al distribuidor de películas y que en Telégrafos no aceptaron porque decía: “no llegó: Soy puro mexicano, llegó pura madre”
Sin ser médico mi papá aprendió a curar por necesidad. Mi hermana mayor se contagió de viruela y le daba calentura muy fuerte, le dolían todos los huesos, principalmente la cabeza y la espalda, se sentía muy cansada y tenía vómito.
Mi papá la llevó de inmediato al médico a la cabecera de distrito dónde lo hicieron esperar horas y no lo atendieron, desesperado se salió del consultorio y se fue directo a una farmacia donde compró todo lo que le dictó su corazón y pensó que era necesario; se regresaron al pueblo; luego la puso aparte, le suministró los medicamentos que había comprado y le bajó la calentura y el vómito, le quitó la comezón y logró que brotara todo lo que le estaba haciendo daño.