Oaxaca de Juárez, 24 de febrero. Con la mayoría de los sufragios escrutados, los bolivianos dicen “no” en el referendo que permitiría que Evo Morales junto con el vicepresidente Álvaro García Linera fueran reelegidos para un tercer periodo de gobierno en el año 2019. Independientemente de la línea que siga el presidente Morales, claras son sus tendencias despóticas que han llevado a Bolivia a tener grandes retrocesos en materia económica.
Obviamente la aceptación que tenía Evo Morales en Bolivia resultaba de la cercanía que profesaba con los líderes productores de coca en el país, así como su origen indígena. Al principio resultaba inevitable su comparación con Benito Juárez (que para entonces había sido el único presidente indígena en América). Sin embargo, el mandato de Morales se fue tornando sombrío gracias a la falta de efectividad de sus políticas y su ya conocida actitud para con los estratos más pobres, mismos que fueron los que lo llevaron al poder.
Por su parte, el último mandato de Evo Morales no se distinguió por sus discursos acertados en materia de derechos humanos o equidad de género, donde dejaba claras sus tendencias conservadoras y misóginas. Paralelamente, el gobierno en decadencia de Nicolás Maduro ha mermado la legitimidad de las políticas de Morales al tiempo que el fracaso de la economía del petróleo ha llevado a Bolivia a reconsiderar el rumbo que estaban tomando con su actual presidente.
Bolivia pasa a la lista de países que buscan de manera desesperada terminar con los gobiernos populistas que poco a poco han empobrecido a varios países como Argentina, Ecuador y obviamente Venezuela.
No se hicieron esperar las declaraciones de Nicolás Maduro aludiendo a un “complot” por parte de Estados Unidos, por evitar que Evo Morales cumpla su deseo de otro periodo de gobierno. Sin embargo, no podemos negar el nuevo paradigma que rige a la política y economía latinoamericanista y que ha permitido que cada vez sean más los países que evitan aproximarse a tendencias recalcitrantes.