Alma de niño
Gerardo Felipe Castellanos Bolaños
Oaxaca de Juárez, 6 de enero. Sin excepción, todos, conocimos a los Reyes Magos; con qué inocencia, alegría y esperanza los esperamos despiertos en noches que parecían eternas, los escuchamos hablar y buscar el zapato de cada uno de mis hermanos y luego aguantarse las ganas de gritar y aparentar que estábamos profundamente dormidos. Más tarde con nuestra propia familia fuimos reyes magos, y sin importar la edad, lo seguimos siendo los afortunados que tenemos hijos y nietos y estamos vivos, por supuesto.
Todos hemos sido niños, hemos tenido sueños y la mayoría los seguimos teniendo; recordamos porque estamos vivos y estamos rodeados de la familia, qué es la columna principal que sostiene a los oaxaqueños y es uno de nuestros valores ancestrales que nadie ha podido arrebatarnos.
Al noroeste de la ciudad de Oaxaca, México, se localizaba el pueblo de Santa María de El Marquesado. El pueblo fue absorbido por la ciudad en 1908 convirtiéndose en el barrio de El Marquesado; actualmente es simplemente El Marquesado.
Era el paso obligado hacia la ciudad de Oaxaca; la entrada o salida para quienes viajaban a Puebla, al Distrito Federal o al norte de la República. En la entrada había un arco triunfal de piedra ocre y pasando el arco a la izquierda estaba la garita y a la derecha aún está la ermita de La Soledad.
Del arco a la pilita, dos cuadran antes de llegar al templo del Señor de Santa María, no había casas; había algunas cercas de carrizo, chichicastle, órganos, casahuates, huizaches, árboles de huaje, zompantles y magueyeras.
Con el temblor del 14 de enero de 1931 se hicieron cuatro grietas a lo largo de esta parte de la calzada (Calzada Madero) y el agua del río Atoyac, a las siete de la noche, hora del temblor, llegaba a las rodillas. Una hora más tarde llegaba hasta el cuello y no se podía pasar y una hora más tarde estaba seco totalmente.
Era una noche serena, transparente, azul. La luna estaba colgada, como un foco, en lo más alto del cielo y te bañaba con su luz, de tal forma, que parecía de día. Hubieras visto. Respirabas el aroma de la flor de huaje y escuchabas a lo lejos el canto de los gallos, algún perro que ladraba, el burro que rebuznaba, las vacas que mugían y por todos lados canto de los grillos. Desde aquí se escuchaban las aguas del Río Atoyac que corrían a escasos cien metros, en la parte de atrás de la ermita de La Soledad.
Esa madrugada al pasar el arco triunfal, en la ermita, los magos se postraron, de uno en uno, ante los pies de la imagen de la Virgen de La Soledad, para dar gracias a Dios por haber llegado con bien a la ciudad de Oaxaca.
Todos en el pueblo estaban profundamente dormidos, excepto el fiscal de la garita del Marquesado que prudentemente esperaba a los viajeros que salieran de la ermita para anotar en el registro su llegada y cobrarles la alcabala correspondiente por su paso hacía la ciudad de Oaxaca, ya que, al verlos llegar los había confundido con unos comerciantes de grana cochinilla.
Al salir de la ermita cruzaron la calzada para presentar sus respetos al vigilante y anunciarle que esa noche sólo venían a Oaxaca a traer la dicha a los oaxaqueños, principalmente a los niños.
Al escucharlos, el fiscal recordó la noche en que su padre lo llevó a presenciar unos Juegos Florales al Teatro Macedonio Alcalá, especialmente para escuchar al Lic. Fernando Gómez Sandoval, quien dijo que: “Tal vez el hombre nunca había sido tan feliz como cuando vivió en las cavernas”.
Y tenía razón, en las cavernas el hombre no tenía nada, no deseaba nada, no temía perder nada, y la dicha que hasta la fecha cree perdida, la lleva en su corazón.
Y esta madrugada los magos anunciaban que traían nuevamente la dicha a los oaxaqueños que durante años la han buscado inútilmente en las cosas materiales, en la riqueza y en el poder.
Al despedirse los magos le regalaron una pequeña linterna que sólo alumbraba con una luciérnaga que llevaba en su interior. ¿Y esto? Pregunto. “Es nuestro regalo especial para Pepe, tu nieto”. Y ¿Eso es todo? “No, no es todo. Trataremos de explicarte”.
“La luz, simbolizada con la luz de esta pequeña luciérnaga, dotará a Pepe de las herramientas intelectuales necesarias para permitirle redescubrir su esencia y conectarle permanentemente con su creador. Pepe tendrá un renacer espiritual, extraordinario”.
“Desde ahora deben saber todos los que lo quieren que no será fácil; el sendero es largo y lleno de obstáculos. Sin embargo, Pepe ha sido dotado con voluntad, conciencia, inteligencia, imaginación, razón, personalidad y el carácter para lograrlo. El trabajo en él mismo y la superación interior que alcanzará atraerán, de forma natural, su bienestar, su felicidad perfecta y su prosperidad verdadera”.
“La libertad de pensamiento y el sentido común deben ser sus premisas principales e indispensables.
Para su crecimiento interior, guía e información, debe beber el agua de la sabiduría dejada como legado para la humanidad por los filósofos de las culturas clásicas, modernas y contemporáneas”.
“El único compromiso será con él mismo y José Manuel deberá aceptar o no la elección de evolucionar. Es necesario que sienta un firme acuerdo con su compromiso interior. A partir de su propio conocimiento comenzará su desarrollo espiritual que despertará el potencial adormecido, propio de su naturaleza humana, que lo dotará de habilidades sensoriales y mentales para encontrar respuestas claras y concretas a las interrogantes más trascendentes en el proceso de desarrollo del ser”.
Ahora sí, eso es todo, le dijeron los Reyes Magos al vigilante, trata de trasmitirlo a José Manuel conforme vaya creciendo; y poniendo la mano derecha sobre el corazón y la frente hicieron una pequeña reverencia en señal de despedida y tomaron el rumbo a la ciudad de Oaxaca.
Esta noche era diferente, se respiraba alegría y una pequeña flama iluminaba el ambiente. Era la noche del cuarto día en que Pepe empezaba a caminar solito y también era la noche de reyes. Pepe se despertó y al ver la luz de la luciérnaga que se encendía y se apagaba, rodó hacia la linternita, la tomó y acercándola a su rostro, sonriendo y con voz grave balbuceo ¡ta …ta!
*Fuente: Libro Villa de Santa María Oaxaca de Gerardo Castellanos
Desde Santa María Oaxaca