XXIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS,
ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA
PRESIDE DESDE LA PARROQUIA DE LA ASUNCIÓN DE MARÍA, TLAXIACO
Octubre 20 de 2024. Como decía al principio de este domingo, como cada tercer domingo de octubre, la Iglesia Universal recuerda el domingo mundial de las misiones, conocida como Domund.
El objetivo fundamental es recordarnos que nosotros somos misioneros, nosotros como los hijos de Dios, somos misioneros, así como Cristo es el Misionero, porque es el enviado de Dios Padre a nosotros, así también nosotros somos enviados.
Para este año, el Papa Francisco ha tomado una frase bíblica del Evangelio de Mateo, recordando aquella invitación de aquel señor que mandó invitar a la gente de la calle al banquete y dice: vayan e inviten al banquete. Esa es la frase, vayan e inviten al banquete.
Para nosotros los católicos, el banquete es la Eucaristía y hoy recordamos que tenemos ese llamado, esa tarea, esa misión de invitar a tantos hermanos nuestros al banquete de la Eucaristía.
No piensen que como Obispo, que como Iglesia estamos contentos porque la Catedral está llena. Sí, en esta misa hay una buena presencia, qué bueno que ustedes han venido a misa, pero muchos otros hermanos nuestros no vienen y esa es nuestra tarea.
Hoy, en este domingo mundial de las misiones, recordamos que somos enviados a traer a esos hermanos que no vienen al banquete de la Eucaristía, testimoniando con alegría nuestra fe en Cristo. Esa es una tarea de todos nosotros, pero también hay una forma especial de esta tarea misionera. También la Iglesia tiene una misión especial que se llama Ad Gentes, que significa ir a anunciar la alegría de la fe en Cristo hacia aquellos lugares donde no se conoce a Cristo y, créanme, hermanos, que a pesar de 2 mil años de la redención, todavía hay muchos lugares donde no se conoce a Cristo y Obispos, sacerdotes, religiosas y religiosos y también familias se van de misiones.
Sepan que también hay familias que dejan su tierra y se van a esos lugares que muchas veces están lejanos y no se conoce a Cristo, se van de misiones. No son las misiones de Semana Santa, no, es una misión larga donde se comienza de cero, muchas veces pues simplemente no hay estructura de la Iglesia, no hay edificios. Alguna vez conocí un misionero que estaba en uno de los países de Asia y me decía que su misión era salir todos los días al centro del poblado y ayudar a los demás, me decía que todavía no tenía Iglesia, que la gente no lo conocía y como misionero ayuda, sale a la plaza, ve a los niños, a los enfermos y ayuda. Esa es su misión, que vean que en nombre de Cristo es una persona de bien que quiere ayudar y así, poco a poco se va dando a conocer, forma su pequeña comunidad, seguidores, los evangeliza, los bautiza y así, poco a poco va surgiendo la comunidad católica, donde no se conoce a Cristo se va conociendo a Cristo.
Esa es la misión Ad Gentes, ir ahí donde Cristo no se conoce y hoy recordamos a tantos misioneros que, en el mundo actual, están en esa tarea de compartir con alegría la fe en Cristo y si bien nosotros no nos vamos a ir ahí, lejos, tenemos esa tarea de atraer a otros a ese banquete. Esa es nuestra misión. Tal vez sea alguien cercano, un pariente, un vecino, un conocido. Ahí, con paciencia, debemos testimoniar la alegría de nuestra fe en Cristo y decirle que la misa para nosotros es algo fundamental en la cual también ellos deberían formar parte.
Hay que atraerlos al banquete, porque eso es lo que Dios quiere, que todos nos alimentemos de Su Palabra y del Pan Consagrado, que es la Eucaristía.
Segunda cosa, hoy en nuestra Arquidiócesis de Antequera Oaxaca, hoy se concluye la semana de la familia. Comenzó el domingo pasado, hoy se concluye, la comisión diocesana de la pastoral familiar, ha organizado durante estos días temas en torno a la familia. El jueves santo se ha promovido la hora santa, el jueves eucarístico se ha promovido la hora santa por la familia y, hoy, en la misa, recordamos a las familias.
Para la Iglesia, la familia es algo importante y fundamental. Para la Iglesia, la familia es ese santuario de la vida, porque ahí, en el seno de una familia se gesta la vida, nacen los niños y todavía más, en el seno de una familia es donde también se crece en humanidad. La familia es la escuela de humanidad.
Tenemos que esforzarnos por construir familias fuertes, familias unidas, familias sólidas, familias que funcionen en sus relaciones, porque donde hay familias sólidas, crecen personas sólidas, personas sanas, personas de bien.
Nosotros podemos verlo observando la realidad donde vivimos, que donde hay familias disfuncionales, no hay buenas relaciones. Sabemos que a veces un esposo con una esposa en una familia disfuncional, muchas veces se llevan a través de abogados, porque están peleados. Vemos que los hijos de estas familias disfuncionales muchas veces crecen enfermos, inseguros, ansiosos y, sí, cuando llegan a ser adultos, no son los adultos de bien, no son los adultos productivos.
Por eso, hermanos, tenemos en esta semana esta oportunidad de rezar por la familia. Hoy pedimos por todas las familias de nuestra Arquidiócesis, sobre todo nosotros, que estamos celebrando la misa, pedimos por esas familias para que Dios las bendiga y las familias se dejen bendecir por Dios, vivan de Su gracia, vivan de Su amor, para que sean familias unidas y sólidas.
Así, la familia podrá ser un santuario de la vida y una escuela de humanidad, es decir, un lugar, un espacio donde las personas crecen con amor, con seguridad, con salud, para poder hacer el bien en el mundo.
Tercera cosa, la Palabra de Dios que hemos escuchado nos habla de otro de los atractivos del hombre, recuerdan ustedes que el domingo pasado la Palabra de Dios nos habló del dinero, recuerdan que en el Evangelio Jesús decía: qué difícil es para un rico apegado a su riqueza entrar en el Reino de los Cielos.
Hoy, si el domingo pasado era el dinero, hoy el poder, el poder. ¿A quién no le gusta el poder? ¿a quien no le gusta dominar? Hablando de las familias, a veces, dentro de la familia, se busca destacar, quién domina en una familia, a veces el esposo y la esposa están en competencia, quién manda, quién domina o a veces dentro de una familia quién es el hijo líder, pero también en la sociedad sucede eso. Nosotros lo vemos, como parte de nuestra organización democrática, vemos cuántos hombres y mujeres se empeñan en los puestos de poder, todavía más, qué no hacen para ganar el poder ¿a quién no le gusta una silla importante?
El problema, hermanos, es que el poder como dominio es malo. Jesús nos enseña que el poder, que la silla importante es el servicio y nosotros, si lo observamos en la espiritualidad de nuestra fe católica, podemos darnos cuenta que llamamos a Dios Todopoderoso, lo llamamos omnipotente, subrayamos de Dios ese atributo, que es poderoso, pero nuestra religión nos enseña que si Dios es Todopoderoso y omnipotente no es porque domina, porque esclaviza, al contrario, es porque Dios es el servidor de todos nosotros, es el servidor de nuestras necesidades.
Cuando acudimos a Dios, Él se inclina para ayudarnos, y nosotros somos conscientes de esas gracias, de esas bendiciones de Dios, porque eso es Dios, es poderoso porque es servidor y Jesús lo dice, cuando Santiago y Juan se acercan y piden los primeros lugares, no sea así entre ustedes, el que quiera ser el primero sea servidor. Si Dios es Dios es porque está como un servidor entre nosotros, no como alguien que domina.
En estos días que celebramos al Señor del Rayo, aquí lo podemos ver, esa muerte en Cruz, digamos es el ejemplo de servicio de Dios. Dios es Todopoderoso, sí, porque por servirnos para nuestra Salvación, tuvo que morir en la Cruz.
Así también nosotros, hermanos, si queremos aspirar a ese poder, tenemos que aspirar a ser servidores los unos de los otros y más en la familia. Cuántas veces escuchamos, a veces entre las familias, cuando hay una enfermedad grave, de esas enfermedades que te postran en la cama, dicen, fulano de tal, que es tu pariente, está enfermo, tiene esta enfermedad grave: “ah, todavía no se me olvida lo que me hizo”… a veces el rencor nos hace ser egoístas, nos impide ser servidores de nuestro prójimo necesitado.
Hermanos, tenemos que hacer a un lado el rencor, el orgullo. Cuando alguien está en una necesidad grave, debemos olvidar todo y debemos acudir a ayudar a las personas, porque eso es lo que nos hace valiosos, eso es lo que nos hace importantes, servir.
Sea alabado Jesucristo. Sea por siempre alabado.