Oaxaca de Juárez, 4 de diciembre. El tema más importante para el mundo, tratado por 155 representantes de Estado de la realeza y presidentes, reunidos en París esta semana y en la siguiente –30 de noviembre al 11 de diciembre de 2015– es la destrucción de la Tierra por la mano del hombre. Les preocupa, y debe preocuparnos, porque todos vivimos en este planeta.
Parece ser que los oaxaqueños que vivimos en la capital no tenemos memoria. Hemos olvidado que hace dieciocho años, el humo de los incendios forestales nos impedía ver el cerro de San Felipe o el cerro de Monte Albán o los demás cerros.
El 3 de junio de este año (2015) Hermosillo registró una temperatura de 49.5 grados centígrados de calor. Esta temperatura la hizo la ciudad más cálida del mundo. En el trascurso del año tuvimos temperaturas superiores a 40 grados centígrados.
Los depredadores siguen arrasando los bosques sin que ninguna autoridad los detenga.
Cuando la naturaleza nos ha recordado, y demostrado, que puede tocarnos con su poderosa mano en cualquier momento como lo hizo con el huracán Gilberto en 1988, Paulina en 1997, Katrina en 2005, Alex en 2010, Beatriz en 2011, Carlotta en 2012, Bárbara en 2013, Marie y Polo en 2014 y el 23 de octubre pasado (2015) con el huracán Patricia de categoría 5, el más peligroso de México, el más peligroso del mundo en la historia.
Es evidente que el estado de Oaxaca, y como consecuencia todos los oaxaqueños, está propenso a desastres naturales, como sequías extremas, la temporada de lluvias de 2015 terminará en febrero de 2016; ciclones, trombas, tormentas cada vez más violentas; inundaciones, mareas altas denominadas: mar de fondo; la tendencia del frío extremo se va a repetir cada vez con más frecuencia mientras continúe el cambio climático; la contaminación del aire y del agua para consumo humano y demás peligros naturales que cada vez son más fuertes, frecuentes y poderosos, en un tiempo que ya está aquí.
Están en peligro real de desaparecer la fauna, la flora y la humanidad.
Antes del huracán Gilberto todavía nos protegían los bosques y la fuerza de los huracanes no llegaban al Valle. Echeverría les quitó las concesiones a los empresarios madereros y las entregó a los comuneros que no son empresarios.
“En todas las carreteras que comunican con la ciudad de Oaxaca se ven camiones que llevan la madera a los aserraderos que existen en la zona conurbada; esto es la mayor causa de fenómenos perturbadores, lluvias, incendios, sequias, inundaciones, deslaves y hundimientos de suelos.” Me escribe Raymundo Herrera Hernández a través de su cuenta de Facebook.
“La tala en la Sierra Sur del Estado, en los distritos de Sola de Vega y Juquila fue salvaje, lo observe en mis diversas visitas a algunos amigos de esos Distritos. Tengo entendido que hasta antes del sexenio de Echeverría le exigían a los concesionarios de la explotación forestal que por cada árbol que tiraban sembraran dos, a partir de Echeverría ya no lo hicieron. Esto ha propiciado en mayor número los incendios al faltar humedad y al desaparecer los riachuelos y ríos.” Me comenta el C.P. Hipólito Avendaño García, a través de cuenta de Facebook.
Esto es consecuencia de la corrupción sin límite, de la ignorancia sin límite y de la avaricia sin límite de las autoridades del ramo en los tres órdenes de gobierno. Nadie les quitará su responsabilidad en la depredación de Oaxaca, “la Historia los jusgará”.
Los talamontes continúan acabando con los montes de la Sierra Sur y de la Sierra Norte. Con la deforestación que causan y la intensificación de cultivos agrícolas en lugar de reforestar, el ecosistema no podrá sostener a nuestros hijos y nietos, que, irremediablemente, sufrirán de más escasez de agua y alimentos.
El Papa Francisco, en su Encíclica Laudato Si, Sobre el Cuidado de la Casa Común hace un llamado urgente a limpiar nuestra casa común —el único hogar de la humanidad—, resguardándola tanto de los gases de efecto invernadero como de las causas estructurales que someten a la mayor parte de la raza humana a condiciones infames de vida.
Enfatiza la necesidad de transformar los estilos de vida, de producción y de consumo, para resolver la crisis del clima.
En su Encíclica Laudato Si, reconoce que “hay un consenso científico muy consistente que indica que nos encontramos ante un preocupante calentamiento del sistema climático”. Y “numerosos estudios científicos señalan que la mayor parte del calentamiento global de las últimas décadas se debe a la gran concentración de gases de efecto invernadero (GEI) emitidos sobre todo a causa de la actividad humana”.
Divulgada el 18 de junio, la carta papal define el clima como “un bien común, de todos y para todos. A nivel global, es un sistema complejo relacionado con muchas condiciones esenciales para la vida humana”, luego, el clima no debe ser objeto de lucro ni blanco de la depredación y la avaricia.
En el documento que ha sido denominado “la Carta Magna de la ecología”, el pontífice critica el afán de lucro del modelo económico dominante que ha convertido al mundo en “un montón de porquería”, y redefine el significado del mandamiento «no matarás» al subrayar que “un veinte por ciento de la población mundial consume recursos en tal medida que roba a las naciones pobres y a las futuras generaciones lo que necesitan para sobrevivir”.
Debemos asumir la responsabilidad hacía nosotros mismos, hacia la comunidad y principalmente hacia nuestros niños.
Estar unidos, y conmovidos, por la necesidad urgente de crear una ciudad nueva llena de esperanza para nuestros niños, ya que, el futuro colectivo les pertenece a ellos y mediante nuestras acciones podrán heredar una ciudad libre de indignidad e indecencia ocasionada por la pobreza, la degradación ambiental y los modelos no sustentables de desarrollo.
La participación y colaboración de todos, niños, jóvenes y adultos son claves.
Para asegurar el bienestar de las generaciones futuras debe haber una administración eficiente y racional de los recursos naturales, de tal manera que sea posible mejorar la vida de la población actual sin comprometer la calidad de vida de las generaciones futuras o causando daños ambientales irreversibles.
El incremento en la demanda de alimentos, agua potable y combustibles podría acelerar la desaparición de bosques, peces y reservas de agua dulce y provocar brotes de más enfermedades.
Es un hecho, y lo sabemos, que nuestros nietos, hijos y nosotros mismos no tendremos agua, alimentos y combustibles en los próximos años a menos que los gobiernos, tanto del estado, el municipal e incluso los de las agencias municipales adopten de inmediato políticas de protección ambiental.
Desde Santa María Oaxaca
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