CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA EN HONOR A LA VIRGEN DE LA SOLEDAD
HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS,
ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA
Oaxaca de Juárez, 18 de diciembre. Después de escuchar la Palabra de Dios, con ese corazón bien dispuesto y con esa actitud humilde y sencilla, vivamos este momento de la Celebración. Permítame decirle, en nombre de Dios, algunos aspectos que a mí me llaman la atención de la Palabra Divina y de su presencia.
He aquí que la Virgen concebirá y dará a luz un Hijo y le pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir: Dios con nosotros. Llegada la plenitud de los tiempos, envió Dios a Su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley.
Dios te salve María, llena de gracia, el Señor está contigo.
Eso lo hemos escuchado hoy, en la elección que han hecho de la Palabra Divina que se ha proclamado y usted y yo estamos en un lugar muy sagrado, en un recinto donde la Madre de Dios manifiesta su maternidad, su ternura de Madre y escucha atentamente a todos sus hijos.
La que fue elegida para ser Madre del Mesías, está escuchándole a usted, que le expresa desde su corazón su gratitud, porque tiene usted a una Madre que no se olvida, a una Madre que lo cuida, a una Madre que lo bendice, a una Madre que alcanza en su favor las gracias y las bendiciones de Su Hijo Jesucristo.
Aquí estamos, en una vivencia profunda de fe.
Hoy, de nuevo, quienes vivimos en Oaxaca nos trasladamos hasta este Santuario para contemplar a nuestra Madre del Cielo en su advocación de Nuestra Señora de la Soledad. Desde hace 404 años está esta imagen a la veneración, 404 años.
404 años que un oaxaqueño y otro oaxaqueño vienen y la contemplan y tal vez sólo le dicen: aquí estoy, Madre de la Soledad. Aquí estoy y te vengo a decir que a veces me siento solo, me siento solo, me siento necesitado de amor, de ternura. Siento necesidad de todo eso.
Este corazón a veces no se ha llenado del amor.
Papá, mamá, llene, llene por favor el corazón de su hijo de un amor de padre y de madre, que no crezca su hijo vacío de ese amor, nadie, nadie le va a amar como padre o como madre, sólo usted, sólo usted. No le niegue el amor a su hijo, no le niegue el amor a su hija. No se lo niegue. Lo necesita.
Su hijo, su hija no debe de crecer diciendo o pensando: mi padre, mi madre no me aman, no, no. Así como usted y yo necesitamos del amor de nuestro Padre Dios y del amor de nuestra Madre, María, así también su hijo y su hija le dicen a usted que fue llamado a la paternidad y a la maternidad, necesito de ese amor.
Quiero que usted llene el corazón de amor a sus hijos. Estamos aquí como hijos y le decimos a nuestra Madre que nos haga sentir Su amor, y queremos regresar felices a nuestra casa, sintiéndonos amados por la Santísima Virgen María, porque eso nos alegra y nos fortalece y nos anima y nos impulsa y nos llena de esperanza, pues vaya lleno de ese amor a regalar su amor a las personas con las que usted vive. Vaya y llene de amor.
Y aquí estamos, la gran familia de los hijos de Dios y nuestra Madre nos quiere ver unidos, unidos, no enfrentados, no enfrentados. Mis hermanos oaxaqueños no deben de estar enfrentados con los hermanos oaxaqueños. Tenemos a esta Madre, Señora de la Soledad, preguntémosle si quiere que vivamos enfrentados pueblos contra pueblos, familias contra familias, preguntémosle a esta Madre si quiere ver ese enfrentamiento en sus hijos y nos va a decir: no, los quiero como los quiere mi Hijo, viviendo el amor. Un mandamiento nuevo les doy, que se amen unos a otros como Yo los he amado.
La Señora de la Soledad nos quiere ver que nos amamos, que nos valoramos, que nos respetamos, que nos tendemos la mano, que somos solidarios, que somos fraternos, que nos miramos en nuestra grandeza de hijos de Dios.
Podemos hacerle muchas preguntas a la Madre de Dios y siempre nos va a decir: hagan lo que Mi Hijo les diga y el Hijo de Dios nos dice: sean misericordiosos como Su Padre es misericordioso, perdonen y serán perdonados, no juzguen y no serán juzgados, no condenen y no serán condenados. Ámense como Yo los he amado.
Eso nos dice Su Hijo, hagan lo que Él les dice, nos dice María y Jesús nos dice eso y no nos pide imposibles, todo eso lo podemos hacer porque nos los pide Dios y si nos lo pide Dios es posible hacerlo, no haga usted imposible lo que es posible, si siente que no puede, busque el auxilio divino y dígale al que le está pidiendo eso, dígale: concédeme la Gracia de vivir lo que Tú me pides, y dígale a María que interceda por usted para alcanzar esa gracia.
Tenemos que vivir de verdad como hermanos, como familia de los hijos de Dios. Siga buscando a la Santísima Virgen. Fíjese que en este mes hemos tenido vivencias muy especiales con relación a la Virgen María. El día 8 celebramos la Inmaculada Concepción de María y muchos de nuestros hermanos y tal vez usted, que me está escuchando aquí, en esta Basílica fue por ese tiempo al Santuario de Juquila, a visitar a la Inmaculada de Juquila y se encontró con Ella, con la Madre Inmaculada de Juquila y el día doce, fuimos a un lugar o nos pusimos frente a una imagen de la Guadalupana y nos encontramos con la Madre del Verdadero Dios por quien se vive y, hoy, venimos a este lugar, a esta Basílica, para encontrarnos con Nuestra Señora de la Soledad.
Tres encuentros con la Madre de Dios y le dijimos: Virgen de Juquila, Virgen de Guadalupe, Virgen de la Soledad. Tres nombres a una mujer, a la más hermosa mujer, a la limpia y pura, a la sin mancha, a la que fue elegida por Dios para ser Madre del Mesías y que fue fecundada por obra y gracia del Espíritu Santo y de Ella nació el Príncipe de la paz, el Rey de Reyes y Señor de Señores, de Ella nació Jesús, llamado Cristo.
Qué hermosos encuentros con la Madre de Dios en diferentes espacios y lugares y, usted, como hijo, ha crecido en el amor a Ella y en el amor a Su Hijo Jesucristo.
Me alegra y lo felicito y, ahora, dígale a la Madre, a nuestra Señora de la Soledad por qué ha venido usted aquí. En un momentito de silencio dígale: aquí estoy, Madre de la Soledad y en el silencio exprésele por qué.
¿Quiere saber por qué vine yo?… porque vine a decirle a la Madre de Dios y Madre nuestra la gran necesidad que tenemos de sacerdotes, a eso he venido.
Madre de la Soledad, hay muchos pueblos de nuestra Arquidiócesis que no tienen sacerdote. Madre de la Soledad, mis hermanos sacerdotes están solitos atendiendo a muchas comunidades, despierta en los jóvenes las vocaciones a la vida sacerdotal y a la vida religiosa.
Pero también he venido a decirle: Madre de la Soledad, alcánzanos una gracia y te la pido desde este corazón de Obispo, que no se vayan mis hermanos jesuitas, que no se vayan mis hermanos jesuitas, se lo pido a Nuestra Señora de la Soledad, yo los necesito y los necesito mucho.
Aquí están dos de ellos, no depende el quedarse, no depende de ellos, depende de sus superiores y de las necesidades que tienen en otros lugares, pero yo he venido a decirle, con grande fe y confianza, que no se vayan, que puedan encontrar solución dejando a mis hermanos jesuitas aquí, en Oaxaca, que puedan encontrar solución a todas sus necesidades que tienen, pero que no nos dejen solos, sin su presencia. Se lo dije ayer al Superior de ellos, iré el día de mañana a encontrarme con Nuestra Señora de la Soledad y le voy a pedir esta gracia, que ustedes permanezcan en Oaxaca.
Que Dios nos conceda bendición, que Dios nos conceda gracia y le diré a la Madre de Dios: escucha el corazón de cada uno de mis hermanos, también tienen gran necesidad, escucha sus ruegos, atiende sus plegarias, atiende sus súplicas y la Madre de Dios atenderá nuestras necesidades y nuestras súplicas.
Dios les bendiga y les bendiga abundantemente
Que María Nuestra Madre atienda nuestros ruegos.