Oaxaca de Juárez, 19 de mayo. Las cosas en América Latina se han tornado mucho más tensas luego de la destitución política de Dilma Rousseff en Brasil. Durante la semana pasada muchos presidentes, del autodenominado “Bloque Bolivariano”, se dedicaron a afirmar que la destitución de Dilma responde a maquiavélicos juegos de poder y que Estados Unidos estaba directamente involucrado en aquel “golpe de Estado”.
Parecería broma pensar que hoy en día hubiera gobiernos que se prestaran a dar ese tipo de explicaciones ante una realidad que dista mucho de lo que era la década de los setenta y ochenta en la región. Sin embargo, planes preventivos salieron a relucir en países como Venezuela o Ecuador donde sólo hace falta poco para que se decreten “Estados de Excepción”. Sin más jolgorio que agregar a nuestra nota, cabe mencionar que el discurso de Madura es parte de nuestra acostumbrada manera de reírnos de sus delirios de persecución.
Sin embargo, el presidente de Ecuador, Rafael Correa, se ha llevado las palmas al asegurar que nos encontramos ante una versión actualizada de la llamada “Operación Cóndor” que pretendía hacer alianzas con las fuerzas opositoras de derecha y la CIA para contrarrestar la influencia de la izquierda en la región latinoamericana. Si bien, no me aparto de la evidente mano de Estados Unidos en todo momento, creo que la izquierda por sí sola ha hecho bastante por dejar de tener influencia en toda la región.
Tal vez, y sólo por ocio, cabría la posibilidad de imaginar una remasterización de la operación Cóndor, en la que ya no hubiera necesidad de echar mano de las élites empoderadas, bastaría con ver que los ingresos propios de los órdenes municipales de países como Venezuela, Ecuador o Bolivia están muy por debajo de la media recomendada por la OCDE. Al tiempo que no habría necesidad de que Estados Unidos impusiera su llamado “American Way Of Life”, solo haría falta que resurtiera la mayoría de los almacenes en Caracas.
Por lo anterior, pienso que el echarle la culpa a Estados Unidos de los males latinoamericanos es darle mucho mérito a un país que está más interesado por sus problemas internos que por la precaria situación de la izquierda en América Latina. Al tiempo que poco a poco se apaga la luz que en algún momento alumbró a la llamada “primavera latinoamericana” y son menos los países que le dan un voto de confianza a aquellas ilusiones que dejaron los grandes pensadores de izquierda en la región.