Oaxaca de Juárez, 1 de febrero. Claramente, el gobierno de Nicolás Maduro, es por mucho uno de los menos eficaces en América Latina. A pesar de ostentar la presidencia de una de las potencias petroleras más importantes de la región, Venezuela hoy en día tiene los indicadores más bajos de competitividad y una carencia de bienes y servicios básicos que han incrementado la situación de crisis.
No obstante, el populismo disfrazado de democracia que Hugo Chávez sostuvo durante todo su gobierno en Venezuela, sirvió para evitar que las protestas en contra de su gobierno tomaran las proporciones que se pronostican para este año con el gobierno de Maduro. La crisis económica causada por la baja en los precios del petróleo y la falta de liquidez con la que tiene que lidiar el presente mandatario, han desplegado a un gran número de venezolanos en la calles en busca sí de una mejora en la economía, pero también de un cambio de gobierno y una mayor apertura democrática.
Así pues, la semana pasada el gobierno de Venezuela anuncia la capacidad constitucional (recién adquirida) de las fuerzas armadas, así como de la guardia nacional, de reprimir las protestas incluso con la utilización de armas de fuego que pueden privar de la vida a los manifestantes. Un sinsentido resulta esta reforma, luego de que entendamos que la Constitución venezolana contempla la legalidad de las manifestaciones y protestas, siempre y cuando éstas no pongan en peligro la vida de terceros y no porten armas de fuego u otros objetos “peligrosos”.
Los oficialistas defienden esta ley bajo el pretexto de que las protestas contempladas para este año en contra del gobierno de Nicolás Maduro puedan generar una “masacre” en Venezuela. Lo anterior, nos pone a cuestionar la rapidez con la que el oficialismo olvida las veces que el mismo ejército venezolano se rehusó a utilizar la operación “Plan Ávila”, que contemplaba una serie de operativos para restaurar el “orden civil”.
Claramente el gobierno de Nicolás Maduro no podrá contener por medio la fuerza todas las inconformidades que hay respecto a su manera de gobernar, y menos las que existen respecto a la fuerte crisis económica que ha dejado a miles de venezolanos sin la oportunidad de acceder a bienes básicos. La realidad, como lo he sostenido en otras columnas, es que los gobiernos populistas no pueden funcionar sin la dirección de un líder carismático que pueda mantener el orden mediante “dádivas” entregadas a los que menos tienen. Claro está que la factura de estas prestaciones la suelen pagar las personas de los estratos más bajos de la sociedad.
Del mismo modo, el problema de Venezuela se incrementa en el momento en el que muchas de las personas que pertenecían a una clase media tuvieron que bajar su nivel de vida debido a las condiciones que enfrenta el país.
La calidad de vida de miles de venezolanos se ve socavada debido a la falta de garantías democráticas, y a que el gobierno de Maduro busca eliminar sus libertades básicas ¿acaso Maduro desconoce que la población no puede ser oprimida siempre y menos bajo las circunstancias a las que están sometidos?

