Las verdaderas armas secretas de los invasores españoles fueron: A largo plazo, las enfermedades que trajeron, y, a corto plazo, en la batalla, los perros de guerra que eran unas fieras, fueron más utilizados y más eficaces por el miedo, el terror puro que producian porque era un tipo de animal que nunca habían conocido; protagonistas y aliados salvajes de los españoles, eran unas máquinas de guerra naturales que olfateaban a distancia.
Según el Diccionario de la RAE: aperrear significa: Echar perros a alguien para que lo maten y despedacen. Era un género de suplicio.
En el año de 1493, durante el segundo viaje de Colón, fue el religioso Juan Rodríguez de Fonseca quien trajo a tierras americanas veinte perros, de las razas alanos y sus mezclas con mastines así como lebreles. Fue el encargado por parte de la Corona española para llevar la evangelización de la religión cristiana a los nuevos territorios.
Los perros carniceros o perros asesinos españoles fueron utilizados por primera vez contra los indios al año siguiente de su llegada a América, 1494, en isla la Española y fueron importantes en el primer gran enfrentamiento contra los indios Caribe, el veinticuatro de marzo del año 1495.
A partir de ese momento su uso fue generalizado y decisivo en todas las invasiones que los españoles realizaron en el Nuevo Mundo. Las razas de perros españoles que trajeron para la invasión principalmente fueron los alanos y lebreles. Estas razas fueron elegidas debido a su fiereza, valentía y gran capacidad de agarre, ya que estaban entrenados desde pequeños, para la guerra, para olfatear, cazar, matar y comer seres humanos, despedazando para ello a los indios.
Los perros de casi un metro de alzada y de setenta y ochenta kilos de peso, provocaban mucho miedo porqué mataban a un indio con suma facilidad. Los españoles se dieron cuenta del daño psicológico que provocaba la utilización de estos perros entre los indígenas y lo conviertieron en un uso generalizado y decisivo en sus invaciones.
“Perros enormes, con orejas cortadas, ojos de fiera de color amarillo inyectados en sangre, enormes bocas, lenguas colgantes y dientes en forma de cuchillos, salvajes como el demonio y manchados como los jaguares”. Testimonio de varios indios relatado por Sahagún.
Fray Bartolomé de las Casas escribe: “… yendo cierto español con sus perros a caza de venados o de conejos, un día, no hallando que cazar, parecióle que tenían hambre los perros, y toma un muchacho chiquito a su madre, y, con un puñal córtale a tarazones los brazos y las piernas, dando a cada perro su parte, y después de comidos aquellos tarazones, échales todo el cuerpecito en el suelo a todos juntos”.
“… los amerindios, bajo la “torva mirada y los inauditos ladridos de los perros”, quedaban totalmente aterrorizados y desconcertados. . . Mucho teme el indio el caballo y el arcabuz, pero más teme al perro, que en oyendo el ladrido, no para indio”. Bernardo de Vargas Machuca.
Por tanto, desde principio de la invasión los españoles colocaron a los perros delante de la filas de tropas provistos con carlancas en el cuello, que eran gruesos collares de púas de hierro para proteger el cuello de los perros para que no lo agarraran de su parte más frágil, el cuello, y los neutralizaran y también para evitar las mordidas de coyotes, lobos y otros perros.
Además de como fieros soldados, los perros tuvieron otros cometidos. Uno de ellos fue el de vigilar los campamentos que las huestes invasoras instalaban para dormir, evitando así ataques inesperados y nocturnos de los indios. Por otra parte, si algún indio se escapaba, los perros eran muy eficaces para su rastreo y ataque, en diciendo al perro: «ido es, búscale» así lo hacía; y cómo le alcanzaba, si el indio estaba quedo, asíale por la muñeca o la mano, y traíale tan ceñidamente, sin morderle ni apretarle, como le pudiera traer un hombre; pero si se ponía en defensa, hacíale pedazos.
Estos perros eran también utilizados en la retaguardia con la misión de vigilar a los heridos y al personal que se quedaba en la misma y así prevenir posibles ataques.
Fuente: https://iberoamericasocial.
Julián Córdoba Toro, 2-III-2017