Gerardo Felipe Castellanos Bolaños
Oaxaca de Juárez, 14 de marzo. Existían en 1670 en el pueblo de Santa María del Marquesado tres sabinos, ahuehuetes o viejos de agua y como el árbol de El Tule eran notables por su gran tamaño.
El documento oficial más antiguo que he encontrado es de la época del virreinato y lo firma el cura Antonio Eugenio de Ybarra el 27 de agosto de 1777; “sabinos y de estos tres aunque desiguales pero muy gruesos y elevados se hallan a un lado de la casa real de esta villa —Jardín Madero—; higuera montes y de esta especie esta un árbol muy alto y competentemente grueso en el cementerio de la iglesia de esta villa.”
Según la tradición estos sabino fueron plantados por un profeta que impresionado por la belleza del lugar, su clima tropical y la sabiduría de sus habitantes decidió plantar los sabinos, que gracias a la fertilidad del suelo y a la abundancia de agua fueron desarrollándose hasta convertirse en árboles gigantes; hay dos versiones históricas de este hecho.
Una dice que fueron sembrados en el siglo VI por Pecocha a su paso hacia Xaquija y para Liobaa —Teotitlán del Valle y Mitla— . Pecocha era un profeta que vivió un tiempo entre los zapotecas y después desapareció; benévolo, humanitario, sentimental, sobrio, industrioso, sabio, prudente y justo, dictador de leyes benéficas y al mismo tiempo aseguraron que era el inventor del arte de fundir los metales y grabar las piedras.
Según otra tradición, citada por Gay, fueron plantados por Santo Tomás Apóstol.
En marzo de 1921, 251 años después (1921 – 1670), Casiano Conzatti sólo encontró uno, y refiriéndose a él, expresa: “Este Sabino mide 15 metros 15 centímetros su perímetro, a cordel tirante, tomado a un metro de altura sobre el piso. Según me contó un anciano del lugar, este sabino fue tocado por un rayo el año de 1882, y desde entonces quedó hueco en su interior. Recientemente sufrió un percance tan serio como el apuntado, pues alguien le prendió fuego y todo Oaxaca pudo presenciar el incendio del sabino durante muchos días consecutivos. A pesar de que el árbol vive todavía se ve bien claro, por el aspecto que presenta, que sus días están contados. En su oquedad a la que se penetra por el lado Noreste y desde el cual se ve el cielo por un boquerón de más de un metro de diámetro pueden caber doce o catorce personas paradas.”
Aun puede admirarse el viejo y olvidado ahuehuete alrededor del cual se bailaba la Danza del Árbol y que esta a un lado de las bodegas de carga del Express, es tan viejo como el Árbol de El Tule y afortunadamente hasta la fecha también está vivo.
Cuentan los viejos del barrio que en 1926 se incendió una vez más; en esta parte de la estación terminal de ferrocarril había corrales para el ganado que era embarcado en jaulas; al pié del árbol se amontonaban las pacas de zacate seco para alimentar a los animales; en una fiesta del barrio un “cuete” cayó sobre las pacas y las incendió quemando nuevamente el árbol; a tres metros, aproximadamente, del pie del árbol había una colmena y la miel propagó el fuego y al igual que el incendio anterior las llamas se alcanzaban a ver desde el centro de la ciudad y el árbol duró quemándose muchos días sin que nadie apagara el fuego; el hueco que dejó la parte quemada se convirtió en un hotel de paso y es la razón para que la rellenaran con cantera y cemento; ahora sé que si no la hubieran rellenado ya se hubiera rehecho como se rehízo el Árbol de El Tule.
De una de sus ramas que se extiende sobre la vía del tren, se colgó una cadena que a manera de garrucha sirvió para bajar las estatuas de Don Benito Juárez, la que esta en El Llano y la gigantesca, obsequiada por el gobierno federal que esta en el mirador del cerro de El Fortín; llegó a Oaxaca en 1905 en una plataforma de ferrocarril; permaneció más de un año recostada en el patio de carga de la estación porque no había quien se comprometiera a transportarla al lugar en que sería instalada; en 1906 se cumplía el primer centenario del natalicio de Dn. Benito Juárez y fue entonces que fue remolcada por doce yuntas de la estación al mirador de El Fortín; subieron por la calle de Crespo y con el trabajo forzado de presos, se hizo un terraplén para llevarla hasta El Mirador; este terraplén sirvió posteriormente como camino para subir al cerro (estacionamiento actual).
De igual forma en 1890 se bajó de una plataforma de ferrocarril y se remolcó la Virgen de la Asunción que está en Catedral, escultura hecha en ese mismo año por el escultor italiano Julio Tadolini y traída a Oaxaca gracias al patrocinio de Monseñor Eulogio Gilow Arzobispo de Antequera; la cadena todavía se puede ver en la rama.
castilan.gerardo.castellanos@


