Oaxaca de Juárez, 3 de octubre. El libro de “Ha estallado la paz” de José María Gironella parecería ser el reflejo perfecto de lo que el referendo en Colombia dio a conocer la tarde de este domingo. Durante toda la semana escuchábamos voces que se alzaban apostando el triunfo del “si” alegando que este histórico acuerdo de paz terminaría con el conflicto más largo de toda América Latina. Los aficionados a hacer análisis de tendencias entre derecha e izquierda aplaudían el “logro” de Raúl Castro que, según ellos, trajo cuatro años de negociación con la guerrilla.
Si hablamos de un país desangrando y desgastado por los conflictos de guerrilla a la fuerza tenemos que poner el ojo en Colombia, podría sonar incluso iluso que la ciudadanía buscara “perpetuar el conflicto”. No obstante, a las personas que gustan de análisis más profundos no me dejarán mentir cuando afirmo que el triunfo del “no” no busca alargar la violencia, más apropiado sería pensar que Colombia pide justicia hoy más que nunca.
Lamentablemente para muchas facciones el “no” representa la derrota de una sociedad organizada, la realidad es que la negativa sólo es el resultado de miles de llamados que hizo la sociedad civil cuando exigían certeza jurídica y reparación del daño. Juan Manuel Santos quiso jugar al buen conciliador otorgando poder a una guerrilla que hacía años dejaron de tener una verdadera reivindicación social para dedicarse a ser el brazo armado de los cárteles de la droga y los portavoces de la izquierda latinoamericana en Colombia.
La realidad es que estos cuatro años de negociación no lograron resarcir el daño que durante años ocasionaron la FARC a Colombia y a las familias que sufrían desplazamientos, violaciones, extorsiones y secuestros bajo el cobijo de la impunidad que generan algunas “luchas sociales”. El acuerdo de paz, no responde a los verdaderos intereses que dieron como resultado el surgimiento de las FARC hace cincuenta años; en ningún momento se toca una verdadera reforma agraria, al tiempo que tampoco se imponen verdaderas sanciones para crímenes como la esclavitud sexual o el uso de menores para fines bélicos.
La sociedad colombiana votó en contra de la farsa que representa un acuerdo de paz que tenía como fin posicionar políticamente a los participantes de los diálogos de paz a nivel internacional y no otorgar justicia. No hay lugar en Colombia que no haya padecido los embates (en cincuenta años) de una guerrilla cruel e inhumana así como no hay justificación para que un Estado no logre otorgar certeza jurídica a sus ciudadanos