Oaxaca de Juárez, 29 de junio. En medio del fuego cruzado y a más de 40 días sin clases en el estado, maestros oaxaqueños describen a Crónica cómo es la vida en paro… Están en contra del radicalismo de líderes sindicales y de la violencia de grupos afines, pero también de las incursiones policiales y del disimulo oficial.
¿Qué hace un docente en pausa? Unos han creado comités de estudio junto a padres de familia en un intento por salvar el ciclo escolar; otros malabarean con los gastos familiares tras padecer descuentos de entre 400 y 2 mil pesos quincenales; algunos más disfrutan el asueto obligado sin arrepentimientos u organizan de vez en vez visitas a zonas de plantón, donde deben sufragar gastos de estancia.
Aunque al interior del magisterio en Oaxaca se acordó rechazar entrevistas periodísticas –tras desacuerdos sobre la cobertura y la detección de drones en asambleas o reuniones–, tres profesores accedieron a contar a este diario sus horas fuera del aula en el contexto del movimiento magisterial y contra la reforma educativa. Son las voces a mitad de camino…
Últimas Paradas. La maestra Olga González suma cinco años en activo. Hoy es parte de la plantilla en una secundaria técnica de la capital oaxaqueña.
–¿Cómo es el día de un maestro en paro? –se le pregunta.
–Nada fácil, muchos piensan que sólo es echar flojera, pero al menos en mi secundaria algunos profesores hemos organizado reuniones con los padres de familia para dejar ejercicios o trabajos a los alumnos y ver cómo los afectamos lo menos posible. Sin asistir a la escuela, el ciclo escolar se perderá y eso nos duele.
–¿Apoya los bloqueos y enfrentamientos?
–Muchos de los compañeros dicen que son necesarios para que nos escuchen, pero ¿quién en su sano juicio puede aplaudir excesos o afectación a terceros? Mi apuesta, aún como sindicalizada, es el diálogo. Sí participo en las actividades, nunca en las agresiones.
–¿Y no la obligan?
–Nadie puede obligarnos a realizar algo que no queremos. Antes había más presión porque la participación sindical daba derechos y beneficios, ahora cada quien sigue su conciencia.
–¿Beneficios?
–Sólo si participabas en las actividades podías obtener un ascenso o concursar para obtener más horas. Te anotaban en una lista antes y al final de todo lo que se hacía.
–¿Hoy no se lleva registro?
–Sí, pero ya no tiene valor, sólo es por control. Sabemos que son las últimas patadas de ahogado que puede dar el movimiento y cada quien decide cuál es su papel.
–¿Qué hay de los que no son sindicalizados?
–Se toman los días como si fueran vacaciones, para resolver asuntos personales.
DEDAZO. Nancy Albarrán trabaja en una secundaria de Puerto Escondido, especializada en el área psicopedagógica. Aunque también pertenece al sindicato rechaza escaramuzas como la ocurrida en Nochixtlán y a la par lamenta las disminuciones salariales, casi generalizadas en la región.
–Tengo tres hijos, todos en edad escolar; por un lado estamos en el movimiento, por el otro sufrimos lo mismo que los otros padres de familia, no queremos que nuestros niños pierdan el año porque además son gastos que ya hicimos en uniformes, útiles y demás”.
–¿Cuánto les descuentan?
–En mi caso uno o dos días a la quincena, porque sólo tengo 20 horas. No es parejo para todo el personal: a algunos les llega, a otros el doble o nada y para algunos la cantidad varía. Parece como dedazo… La primera quincena después del plantón (cuyo arranque fue el 15 de mayo) me llegó un descuento de dos días; y en la segunda sólo fue de un día.
–¿A cuánto equivale ese descuento por día?
–A 400 pesos, pero hay otros maestros que tienen 40 o 42 horas y para ellos el descuento por día es mayor a 800. Hay la posibilidad de meter un amparo para recuperar lo que quitan, pero está difícil. Por las horas que tengo mi salario es de 4 mil 600 pesos quincenales. Ya desde antes del plantón se han aplicado descuentos por asistir a una marcha en lunes o en viernes.
–¿Cuál es la relación con padres de familia?
–Unos nos tachan de flojos, nos gritan que queremos cobrar sin trabajar, otros apoyan y hasta nos acompañan en las protestas.
–¿Qué ha sido dejar a sus alumnos?
–No quiere decir que te valga lo que les pasa: sabemos que hay alumnos rezagados, que no cuentan con los conocimientos mínimos para seguir adelante. Estoy en un turno en el que la mayoría de los niños son de bajos recursos y me tocado poner de mi bolso para comprarles un uniforme, zapatos o tenis.
–Pero debe haber maestros a quienes los estudiantes no les importan…
–Desafortunadamente los hay, pero creo que son minoría.
CUCHILLOS. A hora y media de Nochixtlán –sede actual de la tensión–, por autopista, se ubica la primaria donde imparte clases el profesor César Albarrán, en la ciudad de Huajuapan de León. Tiene más de 15 años en los salones de clase y este ciclo estaba al frente de un quinto grado…
Ha tratado de compensar las horas perdidas con la lectura de clásicos y la resolución de un manual de geometría básica, pero sabe que el año no podrá recuperarse.
–¿Quién sufraga los gastos de asistir a un plantón?
–Son personales.
–Pero les ponen autobús, ¿no?
–Los líderes consiguen un contrato con las empresas de autobuses y sí sale más barato, pero cada quien paga su boleto.
–¿Cómo viaja a Oaxaca?
–En una suburban: 100 pesos de ida y 100 de venida.
–¿Y allá qué come?
–Lo que se puede. Hay organizaciones o grupos que apoyan y mandan víveres. En Nochixtlán las familias se organizan para ofrecer comida, tal vez es raquítica pero te ahorras algo. Ahí no hay donde quedarse, y las veces que voy me regreso a Huajuapan. Y en Oaxaca he pagado hostales u hoteles de 300 o 400 pesos, y si consigo casa de campaña igual debo desembolsar 90 pesos para la ducha.
–¿Dónde?
–Hay regaderas públicas…
–Si tuviera oportunidad de ver a sus alumnos, ¿qué les diría?
–Que no todos somos delincuentes ni los malos de la película, que ellos y sus papás conocen nuestro trabajo en el aula; vamos a regresar y de una u otra manera compensaremos la ausencia.
–¿Los maestros de Oaxaca andan armados?
–No… Nada de pistolas.
–¿Y cuchillos o machetes?
–Esos son los pobladores de algunas comunidades, pero no maestros. En Nochixtlán, por ejemplo, hombres y mujeres usan machete, porque son gente de carácter. Un día tuvimos una reunión ahí, y un grupo de federales nos encapsuló, de inmediato alguien del pueblo sonó las campanas de la iglesia y las familias bajaron con palos, piedras y machetes. Hay quien nos apoya, y otros tienen sus propias rabias o dolores…
La Crónica