Oaxaca de Juárez, 9 de diciembre. Ayer se conmemoró a la inmaculada Concepción, en #Oaxaca conocida como la Virgen de Juquila que se venera en un pueblo llamado Santa Catarina Juquila en la Sierra Sur del estado que recibe un promedio de 2 millones y medio de turistas al año. Me llama mucho la atención el fanatismo de los devotos de la virgen de Juquila que gastan millones de pesos en fuegos pirotécnicos y pólvora que los queman a una imagen inanimada de madera que ni ve, ni oye el estruendo que en su nombre los feligreses realizan.
Es insoportable la cantidad de ruido que generan las fiestas, no solo de la virgen de Juquila, sino también de la Guadalupana que se celebra el 12 de diciembre y de la patrona de los Oaxaqueños la virgen de la Soledad que celebramos el 18 del mismo mes con una cuantiosa cantidad de pólvora y dinero quemados en vez de que todo ese capital, sea donado a la beneficencia pública o a personas con necesidades extremas, a niños con cáncer o a insumos médicos para comunidades apartadas, eso debería ser mejor visto por la Iglesia Católica.
Pero bueno, dejemos a un lado el fanatismo religioso y Centremonos en una realidad intersubjetiva más actual como lo es la #ReformaalPoderJudicial que ya tiene sus primeros visos de imprudencia con la negativa del Congreso de la Unión de brindarle al Instituto Nacional Electoral #INE, los recursos suficientes para llevar al cabo esa especie de enorme tómbola.
Leí hace poco un cuento poco conocido de Franz Kafka que se llama “En la Colonia Penitenciaría”. Este describe un diálogo poco ortodoxo entre un oficial, un viajero, un soldado y un condenado. El viajero había aceptado solo por cortesía la invitación del comandante que le había pedido que asistiese a la ejecución de un soldado condenado por desobediencia e injurias a un superior.
La maquina, le explica el oficial al viajero, es una intrincada maquinaria que funciona como un reloj pero que, si alguna de las piezas esta mal acomodada, puede que deje de funcionar, igual que los engranajes de una maquinaria de reloj que, si pierden un diente del engrane, puede marcar mal las horas o simplemente dejar de funcionar.
Claro que la mente de Franz Kafka diseña para sí una máquina monstruosa que no mata al condenado de manera inmediata, sino le inscribe en su piel con un número determinado de finas agujas, la falta que ha cometido y la penitencia y va perforando cada vez con mas profundidad, hasta matar al condenado que sufre lo indecible.
Por supuesto el cuento da para un ensayo sobre su análisis pero al final de la historia, el oficial que debía ejecutar al condenado, terminó por suicidarse en la misma maquina en la que infinidad de veces había ejecutado a los condenados.
Algo así va a pasar con la #ReformaalPoderJudicial, las mismas leyes que cambiaron para cumplir el capricho de López, actuarán como la máquina de la “En la Colonia Penitenciaría”, un boomerang que con toda posibilidad va a acabar con algunas de las vidas que se prestaron a cambiar un sistema que, si bien es perfectible, también era funcional.
Habrá una especie de “gran jurado” que será quién determinen si la actuación de los jueces, ministros y magistrados es correcta y estará tan empoderado que ellos mismos podrán judicializar la actuación de éstos si no le conviene al sistema los veredictos a los que lleguen.
Además estarán sujetos a la voluntad del oficialismo que tiene intereses específicos respecto de ciertos juicios como los que se interpongan contra obras faraónicas o incluso intereses del crimen organizado, por eso muchos abogados que estaban inmersos en la carrera judicial y peleaban por cargos cada vez más altos, renunciaron a entrar a la tómbola para una elección que, desde ya y antes de que los mexicanos vayan a votar a una urna, está decidida. El oficialismo ya sabe a quienes quiere de jueces, ministros y magistrados y lo que sigue, solo es un show para justificar la reforma a un poder que nos traerá más problemas, que beneficios.
La kafkiana reforma al poder judicial será, con sus leyes secundarias y sus vicisitudes, la maquinaria que haga implosión muy pronto porque sus creadores no midieron las consecuencias, sino confiaron en sus ocurrencias.
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