Oaxaca de Juárez, 13 de abril. No son novedad para los latinoamericanos los múltiples esfuerzos de integración que este continente ha tenido. Desde el ALBA, CELAC, ALCA, MERCOSUR, Etc. Los procesos de integración son múltiples y persiguen paradigmas completamente distintos; sin embargo, a pesar de que los latinoamericanos compartimos tantas cosas (idioma y religión, etc.), nos duele reconocer que también compartimos un alto déficit fiscal, grandes brechas económicas y una desigualdad social cada vez más creciente.
Dentro de toda esta olla exprés surge la cumbre de las Américas, donde Panamá fue el gran anfitrión. Lo salvable de este espacio es que apela más que a un paradigma económico, a una integración social, a una búsqueda de identidad dentro de la región, así como a estrechar los lazos con países como Estados Unidos.
Lo más comentado de esta cumbre fue la romántica luna de miel que tienen Estados Unidos con Cuba y que seguramente durará menos de tres meses, pues a ninguno de los dos países les conviene empezar lazos amistosos. Sin embargo, lejos de la demagogia que envuelve a la cumbre de la Américas, podemos afirmar que los discursos de los mandatarios fueron los mismos que han sido dentro de la Asamblea General de las Naciones Unidas o dentro de sus propios Estados, donde todos carecen de amplia aceptación.
Otros analistas han maquillado esta serie de discursos como una representación gráfica de la mal llamada “Primavera Latinoamericana”, lo cierto es que tanto Cristina Fernández como Nicolás Maduro, no lograron proyectar otra idea que no fuera el ofenderse porque Estados Unidos los considera como una amenaza, claro está, con la ligera sutileza de la mandataria de Argentina para con el presidente de Colombia felicitándolo por sus “logros” dentro de los diálogos que mantiene con la guerrilla (sin mencionar el eterno agradecimiento argentino con Colombia por ser el único país que sigue vendiéndole energía).
Por tanto, hoy en día podemos ver que la ideología ya no es un impedimento para que Raúl Castro salude y se reúna con Barack Obama, dejando a Nicolás Maduro como el único ingenuo dentro de los países disidentes de la región. No queda más que calificar a esta cumbre como el espacio donde la novia despechada puede desahogar sus frustraciones y adornar sus debilidades ante una dinámica global donde todo este continente ha quedado rezagado.

