Por Rubén Cortés.

Oaxaca de Juárez, 13 de octubre. Miguel Barbosa, crítico de AMLO desde la izquierda, dice que “por el lado de la deshonestidad no van a agarrar a López Obrador”. Pero habría que saber qué es “deshonestidad” para Barbosa. Si es lo clásico de puños de dinero robado, playas privadas y esas cosas, pues tiene razón: “no lo van a agarrar”.

Sin embargo, AMLO ha puesto un rasero muy especial para que midan su honestidad: él mismo nombró ese medidor como “honestidad valiente”. Es decir, escogió la muy endeble táctica de presentarse como poseedor de una honestidad imposible, al venderla como única e inmaculada.

Por ejemplo, los estatutos del partido que él diseñó para ser presidente de México, prohíben expresamente a los militantes incurrir en “los vicios de la política actual: el influyentismo, el amiguismo, el nepotismo…”, porque AMLO considera que son parte de la corrupción que existe en el país.

No obstante, AMLO encargó al notario público Adán Augusto López Hernández, quien además de ser su subordinado político como senador con licencia de Morena es su sobrino, tramitar la cesión a su hijo Andrés Manuel López Beltrán de los departamentos que tiene en la delegación Coyoacán, en la CDMX.

Se trata de los dos inmuebles sobre los cuales el diario estadounidense The Wall Street Journal publicó hace dos semanas lo siguiente:

“El principal aspirante a la presidencia de México en 2018, que se promociona a sí mismo como una figura honesta que lucha contra una mafia política corrupta, no dio a conocer dos apartamentos de su propiedad en su declaración de bienes liberada en agosto”.

¿Está mal que AMLO encargue a un sobrino notario arreglar sus asuntos legales? No. Más bien debería encargarle todos sus trámites legales. Sólo que en AMLO está mal porque él prohíbe en Morena vincular a los familiares en temas del partido porque lo considera “corrupción”.

Y la corrupción no sólo concierne a cuestiones de dinero: también concierne a la ética, a la moral, a la honestidad. Es corrupción decir una cosa en público y practicar otra en privado. Es corrupción la doble moral y no predicar con el ejemplo, cuando se asegura practicar una honestidad valiente.

Sí, AMLO prohíbe en Morena “el influyentismo, el amiguismo, el nepotismo…”, pero le dio a su hijo Andrés Manuel López Beltrán la encomienda promover y armar la estructura electoral hacia la elección de Jefe de Gobierno en 2018.

Entonces, si Barbosa se refiere a puños de dinero robado, playas privadas y esas cosas, a AMLO “no lo van a agarrar”. Porque la deshonestidad de AMLO no se relaciona con bienes materiales mal habidos, como en los casos que suelen levantar polvaredas en la política nacional.

La corrupción de AMLO es de otro tipo:

Su hipocresía.