Oaxaca de Juárez, 17 de noviembre. Como cumpliendo una antigua profecía del colectivo, el viernes 13 de noviembre del año en curso el panorama internacional se vio ensombrecido por uno de los atentados terroristas más mortíferos de los que se tenga registro en los últimos años. La ciudad de las luces, París, ha sido víctima de la barbarie, del fanatismo y del odio por parte de los miembros del autodenominado Estado Islámico.
Tras los acontecimientos del viernes pasado, miembros del EI difundieron un video en el que reivindicaban lo ocurrido y amenazaban a otras ciudades como Roma y Washington. El presidente francés, FrancoisHollande, ha declarado la guerra en contra del terrorismo. Lamentablemente no sólo para Francia sino para el mundo entero los prejuicios que nos hemos formado respecto al terrorismo han sido los mismos que han imposibilitado que encontremos estrategias eficaces para mitigar su amenaza.
Con los ataques del 9/11 Estados Unidos configuró una política exterior con la cual se antagonizó el mundo. Es decir, quien no estaba de acuerdo con la lucha en contra del terrorismo propuesta por el entonces presidente George W. Bush estaba a favor del terrorismo y era acusado de fomentarlo, practicarlo y hasta patrocinarlo. Con los ataques a las torres gemelas nos dimos cuenta que el mundo se enfrentaba a un nuevo enemigo que en esta ocasión carecía de rostro, sin embargo, los sistemas de inteligencia alrededor del mundo buscaron que los grupos terroristas fueran lo más parecido a cualquier estructura estatal. Lo anterior, suena lógico luego de que es más sencillo pelear con entidades que resulten más o menos familiares.
Para lograr lo anterior, occidente en general se encargó de estigmatizar a países, credos y etnias con el fin de que el mundo pensara que conocíamos al enemigo con el que el mundo se enfrentaba. Obvio es que esos prejuicios lejos de enseñarnos a conocer como eran en realidad los terroristas nos llevaron a cometer los más grandes errores que han desembocado en miles de tragedias alrededor del mundo. Más lamentable resulta el hecho de que los miles de sistemas de inteligencia creados para abatir la amenaza terrorista sólo sirvan para hacer la red de sospechosos mucho más grande, más no para socavar las amenazas que las tácticas terroristas suponen para los países alrededor del mundo.
Con la anterior, una generación entera creció con la mentalidad que el árabe automáticamente era musulmán y por ende era terrorista. Gran sorpresa nos llevamos en la actualidad al ver que Europa tiene un gran número de connacionales entrenados por grupos terroristas como el EI y que distan mucho de parecerse al imaginario colectivo que tenemos de un terrorista. Desafortunadamente hoy en día nos enfrentamos a un enemigo creado por los propios miedos de occidente, cuyos prejuicios llevaron a que se configurara una estructura de personas que veían en la radicalización a la contracultura perfecta para rebelarse en contra de la familia, el Estado y el sistema.
Nos hemos empeñado en culpar a una religión para limpiar las culpas de los problemas del propio Estado, pues no hay ninguna religión en el mundo que promueva la violencia. Por tanto, todas las prácticas denigrantes que algunas personas cometen en nombre de Dios son problemas de la condición humana y no de un credo.
Preocupante resulta el hecho no sólo de que no conocemos al enemigo del terrorismo, sino que queremos mitigarlo como a una amenaza que se mueve en la clandestinidad, cuando en realidad los grupos extremistas buscan todas las luces posibles para darse a conocer. Preocupante resulta también el hecho de que hoy en día encontremos a personas que piensan que el ser humano tiene capacidad de indignarse por algunos muertos o solidarizarse sólo por algunas causas.
La realidad es que para las personas con un verdadero compromiso social nos indignan todas las agresiones y ataques en contra de personas inocentes. Nos indigna la guerra en Siria, los ataques en Líbano, el genocidio en Myanmar y los ataques en Paris. No obstante, no dejamos de reconocer que todos los aconteceres internacionales se deben de analizar de diferente manera tomando en cuenta sus causas y su contexto. Pero de eso a perder la capacidad de asombro, que es lo único que nos distingue de otras criaturas, hay todo un mundo de diferencia.

