Oaxaca de Juárez, 13 de noviembre.Cómo todos ustedes, me tocó vivir el fin y, por lo tanto, el cambio de siglo; sobreviví, al igual que ustedes, al fin del mundo en 2012 ¿recuerdan? y pienso que somos muy afortunados de vivir en la ciudad de Oaxaca, la de Juárez, la de los nitos, de los huajes, los chapulines, el tejate, el mezcal y las clayudas. Según la voz del pueblo, que es, la voz de Dios, clayudas con “c” como lo gritan, en automático, es decir, sin pensar, nuestras tortilleras tradicionales en los mercados.
Nací, crecí y vivo en lo que fue la Villa de Santa María Oaxaca, igualmente conocida, por decreto oficial No. 11, del gobernador Emilio Pimentel cómo barrio de El Marquesado, sin el “ex” por favor y con “s”, de lo que me siento orgulloso.
Al igual que casi todos sus habitantes desconocía su historia; sin embargo, conservo en el recuerdo los lugares en los que jugaba de niño, los personajes y las cosas que el tiempo y la mano del hombre ha ido destruyendo.
Salir de la casa paterna para entrar a la escuela fue, para mi, entrar a otro mundo, al del niño que inicia su independencia; impresionado por todo lo que nunca había visto solo: el tren, las carretas, los burros, los perros y las bicicletas. Al único oso que he visto bailando dirigido por una gitano, al son de un pandero cantando: “baila oso, baila”; a Juana la Loca, a Chepa Macho, a don Chicote, a una borrachita que gritaba: “ella es ella”.
Nuestra fuerza esta en nuestro pasado; esto quiere decir que el futuro de Oaxaca está en su historia, si por historia entendemos la narración y exposición de los acontecimientos pasados, dignos de memoria que nos permitan conocer nuestras raíces, para saber dónde estamos, de dónde vinimos y hacía dónde vamos.
La historia de la Villa de Santa María Oaxaca no la conocía, y no la conocía porque no existía; la borraron, desaparecieron sus archivos y paulatinamente han ido destruyendo su pasado para que los oaxaqueños no pensemos y ni actuemos rescatando la cultura de nuestros abuelos indígenas zapotecos, mixtecos y mexicas; cultura que afortunadamente llevamos en los genes.
Se que para conocer la verdad y decirla, no es necesario ser historiador o antropólogo. Simplemente hay que compartirla para que se conozca, crezca y se fortalezca. Se también que la verdad no es exclusiva de un hombre o de un grupo de hombres. Cada uno de nosotros tenemos nuestra propia verdad que vamos descubriendo al estudiar, observar, escuchar o deducir.
Cuando se estudia un tema se va conociendo y se da uno cuenta de su tamaño real, de la importancia que tiene y de la profundidad de sus raíces, y compartiéndolo; los mismos lectores, a través de sus observaciones y comentarios van centrando a uno y esto impide que haya desviaciones, y si las hay y está uno atento, enmienda el camino inmediatamente.
Al principio decidí estudiar la Villa de Santa María Oaxaca yendo de lo general a lo particular, para regresar de lo particular a lo general.
Lo que he ido descubriendo, lo he venido compartiendo con todos ustedes y se que es una gran responsabilidad publicar para que lean y comenten. He pasado quince años publicando, y la verdad, como en un alambique, empieza a filtrarse; se están separando las impurezas y empiezan a caer gotas que contienen la verdad que todos debemos saber, para ser, por fin, un pueblo grande, unido, fuerte, trabajador y progresista.
Es estimulante saber o darse cuenta que los oaxaqueños, ahora, empiezan a saber lo qué era la Villa de Santa María Oaxaca, qué era Oaxaca; ya saben quienes ganaron la Guerra de Independencia, saben por qué desapareció Antequera, saben que seguiremos siendo morenos, inteligentes y estudiosos.
No nos va a cambiar el color de los ojos o de la piel tratando de cambiar el nombre de Oaxaca de Juárez por el de Antequera; ¿Se han dado cuenta? Sólo hay que ver y oír. Vamos a seguir siendo oaxaqueños, vamos a seguir siendo nitos y vamos a seguir viviendo, con mucho orgullo, en Oaxaca de Juárez.
Empecé a escribir, y a publicar en el mejor diario de Oaxaca, El Imparcial, sobre la Villa de Santa María Oaxaca, porque era una necesidad de aprender y compartir.
Hice un inventario de lo que había en la Villa de Santa María Oaxaca y lo guardé, después lo corregí y lo volví a guardar y permaneció como si no lo hubiera hecho, sin que me sirviera y sin que sirviera para nadie.
Un día recibí una llamada telefónica invitándome a dos conferencias, en la vieja estación de ferrocarril; realmente fueron tres. Decidí asistir, pero pensé que no debería llegar con las manos vacías, así que, busqué en mis archivos lo que había escrito sobre la estación de ferrocarril, lo imprimí y lo puse en una carpeta.
Me acompaño mi esposa; llegamos puntuales y encontramos dos lugares hasta adelante del lado izquierdo. Expusieron magistralmente la Sra. Gloria Larumbe, la Sra. María Luisa Acevedo y la Profesora Idolina Moguel.
Nos impresionó el dominio del tema, la forma de abordarlo tan profunda, sencilla y amena; y lo hicieron sin ninguna guía, índice o nota. Extraordinarias, las tres.
Al final, el presentador dijo que estaba presente un amigo y me invitó a hablar. Fue una cuestión inesperada que no me dio tiempo ni de asustarme. Me levanté y hablé de lo que imprimí sobre la estación de ferrocarril.
Fue una exclamación del publico la que me hizo darme cuenta que estaban viviendo conmigo mi infancia en la estación de ferrocarril.
Unos días después, pensé que la estación no era lo único que había habido en la Villa de Santa María Oaxaca y volví a hacer el índice, sin consultar el anterior y empecé, por fin, a escribir sobre la Villa de Santa María Oaxaca.
La trascendencia del tema me ha hecho estudiar e investigar exclusivamente la Villa de Santa María Oaxaca para hacer un recorrido y saber que fue, dónde estaba, quiénes la fundaron; sus edificios y monumentos; sus fiestas y sus personajes.
Hasta que los oaxaqueños sepan, y cuenten a sus hijos, y a los hijos de sus hijos, lo que había en la Villa de Santa María Oaxaca, y se sientan orgullosos de ser oaxaqueños y de llevar sangre indígena, hasta entonces será Historia, porque conocerán y amaran su cultura ancestral; no olviden que nadie ama lo que no conoce.
Desde Santa María Oaxaca
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